domingo, 30 de diciembre de 2012

ENSAYO DE RECETA

Abundante bondad,
mucha benevolencia,
una casa tranquila,
una agradable mesa.


Una vela encendida,
una emoción intensa,
unas miradas limpias.
Salud como promesa.


Amor como noticia.
Algún amigo cerca.
Paz en el día a día.
Un ensueño en reserva.


Son, ¡ay...!, tantas delicias
en solo una receta…
Tan pocas utopías
para una vida entera…


¡Ojala nos llovieran
bienestar y alegría.
¡Sería una riqueza,
somos gente sencilla...!


Feliz 2013

© Aurelio González Ovies
Fuente: Con la luz de mi cocina

miércoles, 19 de diciembre de 2012

De los días hermosos

La emoción familiar en las fechas navideñas



Mi madre nos ha dicho que mañana es el día. Y nos ha prometido ir a buscar el pino. Huele toda la casa como nieve muy dulce, como a libro de cuentos, como a luz entrañable, no sé cómo explicarlo, a algo así, parecido. Pero bueno, eso exige que nos portemos bien. Que no hagamos trastadas ni discutamos mucho ni escribamos torcido. Que no gastemos luz a lo tonto, en la cama, y nada de protestas ni trastadas ni voces, que esta semana ya «sufrimos» un castigo. Porque partimos nueces entre el marco y la puerta. Y saltó la pintura. Y rascamos la espalda contra las esquineras del pasillo.

La caja está guardada encima de un armario. Y cada adorno envuelto en papel de periódico. Las bolas de cristal, como rompen muy fácil, las dejamos arriba, entre el espumillón y una piel de conejo donde se acuesta el Niño. A mi madre le gusta desenvolverlo todo con paciencia y cuidado, porque todos los años nos parte una campana, un ángel, un tambor o un farolillo. Y nos comenta siempre cuándo compró las cosas, en qué tienda, a qué precio, y por qué a cada una le guarda algún cariño. Acaricia la estrella, limpia la picarota, le da un beso a Jesús y le fija y le limpia la aureola. Y después se le quedan las escamas brillantes por la cara y nos reímos de ella -qué simpática está- y no se lo decimos.

Y leemos postales de otras Navidades, nos las mandan parientes que se fueron muy lejos y nos desean paz y salud y una vida llena de amor y éxitos. Y se emociona un poco y suspira y nos dice que nada, que se fatiga algo, que no fue más que un hipo. Y forramos un tiesto con plata, o un caldero, y colocamos recto el árbol con las luces y le vamos colgando las piñas que pintamos, las lágrimas radiantes, el trineo y los renos, cerezas y guirnaldas, regalos precintados con lazos llamativos.

Es de los días hermosos; los nervios nos asaltan desde por la mañana. Y en la radio no paran de poner villancicos. El comedor encierra un aroma a resina y salimos afuera para ver cómo alumbran estas nuevas bombillas que se encienden y apagan, qué bonitas se ven detrás de los visillos. Y esperamos ansiosos esas noches tan largas en que cenamos todos con cara de alegría, con plenitud total y mi padre nos parte el turrón tan durísimo con cuchillo y martillo.

(La Nueva España, 19-12-2012)

lunes, 10 de diciembre de 2012

Con ojos muy distintos

Reflexiones que surgen con el frío de diciembre



Diciembre con sus cumbres. La vida con sus ocres. ¡Qué altas hoy las nubes; qué sonoros los cuervos; qué gélida la luz, qué solemnes los montes! Hace años miraba con ojos muy distintos estas mismas estampas, estos pinos esbeltos, estas tierras calladas, la vejez de estos robles. Hace tiempo veía la hondura de los charcos, el lento amanecer, el candor del rocío y no pensaba más que en profanar su escarcha, cruzar sus paraísos, beber de sus licores. No apreciaba sino belleza inabarcable, libertad en esencia, avidez de vivir en todos los espacios, con el asombro intacto, con los brazos abiertos, sin temor ni reparo, sin pensar en mañana ni el poco pasado que concierne a los muertos ni en el corto intervalo que acaece a los hombres.

Diciembre. Soledad. ¡Cómo ha cambiado todo! Contemplo una bandada de frágiles gorriones. Recorro la memoria mientras el cielo escampa. No encuentro en el camino más que signos certeros de lo que ya sospecho, armazones de alas, ocasiones inhóspitas como fiebre invencible, como sueños insomnes. Recorro las fronteras de la realidad, me adentro en sus contornos, rastreo sus rincones: no se oyen más que el eco y la humedad. Estas son las jornadas que me duele escuchar, que evoco, pero duelen. No intuyo más que el humo y la piel de la mar. Son estos los crepúsculos que menos me atestiguan y que más me corroen. Frente a mí el faro erguido, que jamás partirá, las desiguales rocas, que tan poco envejecen, el horizonte que, hoy, se intuye a duras penas. Las olas que amontonan basuras entre el ocle.

No me oigo ni a mí mismo, ni me quiero atender ni ansío que me escuchen (qué egoísta, qué yoico, qué simplemente simple, tal vez, piensen algunos). Pero este estado es el que más me complace, el que menos me pesa -muchas veces y nunca-, el que más significa, el que algo me supone: pasan largas horas y no hablo de nada, no me mido con nadie, pienso en nada y soy algo, un ser aletargado, un muy lejos, muy cerca, un ser que se respeta aunque no se conoce.

Un no sé qué que pide a gritos que le amen, un no sé quién que no ama por miedo a que le odien. Diciembre, ¡qué contraste! Yo me acuerdo de ti desde que éramos niños, desde que combatíamos con deseos y carámbanos. Pero nada es lo mismo. Sólo quedan los nombres.

(La Nueva España, 9-12-2012)

jueves, 6 de diciembre de 2012

Varines de volador




Alcuéntroles dacuando.
Güei yá naide les paña...

Y entovía me güel a pólvora
y a branu y paezme
mentira
que s'esfumaren estos 40 años (que
s'esfumaron. La vida namás cunde
cuando se nos ablaya):

Taben toles fachaes encalaes
y fresques
y golía la carne guisando nes cocines
y en tolos corredores
la lleche recudiendo nes fardeles
de sábana.

Prestábanos -qué ilusiones más rases y más fondes-
mirar cómo plantaben les estaques
d'ocálito
pal quioscu de la música
y el puestu la barraca;
y esperar los camiones colos fierros
del tiru y la tómbola
y aquelles portugueses de faldones floriaos
y pendientes de cobre
que diben a la presa de mio güelu
a llavar los cacharros y garrar agua.

Prestábanos, sí, muncho
nos prestaba
que llegaren los primos,
que llenaren la casa,
la comida'l domingu, nel medio'l
tendeyón, aquella mesa larga...

Alcuéntrovos dacuando
y entovía'l nordés -el mesmu
que m'empuxa, el mesmu que m'avieya,
el mesmu que m'arrastra -traime cachos
dáquellos paxarinos que vais
cantando y d'aquella mozuca
con cara de gitana.

Y entovía nos altos maizales
que m'aparten de mi, que separen
pasáu d'esta edá sin sustancia,
adiéntrense pareyes de recuerdos
d'amor;
y una verbena allumbra
ente'l mio corazón y una inmensa
distancia,
con guahinos que compren
a los avellaneros
unes gafes de plástico, carraques,
restallones y manzanes
cubiertes de colorao y escarcha.

Varines de volador..., la vida ye
lo mesmo: enciéndese,
espovisa, revienta,
y dexa un filu de fumu qu'ensiguida rescampla.


(C) Aurelio González Ovies
Poemes n'asturiano
Esta luz tan breve

lunes, 3 de diciembre de 2012

Toda la vida hablando


TODA la vida hablando
del amor
y no conozco más que el humo
y la ceniza:
sus metáforas.

©Aurelio González Ovies
Nada

domingo, 25 de noviembre de 2012

Yo también esperaba de la vida


Yo también esperaba de la vida
otra cosa...
Uno lucha, se estrella
y cae y se levanta.
Qué le vamos a hacer...
A la costumbre otros la llaman
esperanza.

Si no..., mira el canario:
enjaulado y sin cielo y pasajero...

¡Y todavía canta!

©Aurelio González Ovies
Nada

jueves, 22 de noviembre de 2012

Buen ahora

Más libertad, más voz. Más ira en la palabra. Nos han envenenado la entereza. Nos han traicionado hasta con el silencio. Nos han descuartizado la confianza. Ha llegado la hora de descastar desdichas y estas tribulaciones que asfixian hasta el aire. Es el mejor momento para arrasar con todo lo que ha sido mentira, con todos los que han ido trazando esta congoja, con falsarios, ladrones y sofistas. Para asolar sospechas, aprensiones, discordancias. Desmantelar designios, ignominias, dividendos y usura. Es época de triunfo y esperanza. El instante preciso para evadir el peso de los amos. Y que reyes y códigos cierren definitivamente sus solapas.

Es el tiempo de repartir el oro de los duques, las minas del mediocre, el botín de los pícaros, las ciudades ocultas, el néctar exquisito, la salud del monarca. De detener el pie que nos humilla, de desgajar la mano que nos prensa, de tabicar los ojos que sindican, de aniquilar el mal que nos aplasta. Es la ocasión propicia para igualar el ras y las desproporciones, para hermanar los desiertos y el piélago, para ofertar el sueño y la certeza, para brindar futuro donde no hay ni presente. Para quemar el germen de las iniquidades. Para replantear la partición del pan, para reconducir la dirección del agua.

Es buen ahora para horadar enigmas y recelos. Para sentirse vivo y valeroso. Para dejar a un lado narcisismos, remilgos y desganas. Para exigir porqués y lo que es nuestro. Para recuperar un poco de amor propio. Para hacernos oír ante los jueces, ante sus indolencias y sus máscaras. Para dejar de ser endebles entidades, risibles espantajos. Es un ahora único para desposeerse de marbetes y clanes, de credos y de lemas, de líderes y piaras. Para desbaratar altares y apotegmas. Para desubicar topografías y lindes. Para reorientar tributos e intenciones. Para transparentar conjuras y atentados, convenios y patrañas.

Es tiempo de gritar con gritos muy tranquilos, con firmeza serena, con fines infalibles, con voluntad intacta. De desprender la bruma que arrastramos, la herrumbre que nos merma, la sumisión, el frío, el descontento, la poquedad, la rabia. De escribir, para siempre, el despecho y las sombras. De estampar, como nunca, decisiones y rúbricas que nos identifiquen con entes virtuosos, con seres animosos, con seres que se entienden, con seres que se aman. Es la estación idónea para aullar al unísono: basta. Para, desde la paz, vociferar sin tregua: ¡Basta, basta. Ya basta!

(La Nueva España, 21-11-2012)

lunes, 5 de noviembre de 2012

Estación ininterrumpida



Estas mañanas secas de noviembre,
con el viento a mi espalda
y los quitameriendas por el suelo,
son mucho de mi vida.
Los castaños deshojan en silencio.
Es hermoso el camino. Es hermosa
la vida y sus imágenes.

Faltan sólo a lo lejos mi casa echando
humo, mi madre en la ventana. La puerta
siempre abierta.

Y el niño que yo fui, con su cabás al hombro
y los chanclos gastados, volviendo de la escuela.

jueves, 1 de noviembre de 2012

¿A qué sabe la muerte?

Pasaron tantas cosas desde que tú te has ido. Son tantos los recuerdos por todos los espacios. Nada es lo mismo cuando nos ocurre un difunto. La vida parte en dos igual que quiebra un vidrio. La noche es más oscura, más opacos sus lapsos. Y la ausencia contagia las estancias del tiempo. Se os echa de menos en cada amanecida. Una parte del mundo pierde rumbo y destino. Soñamos que venís, o que no habéis marchado. Os sentimos entrar en nuestras esperanzas. Cruzar por los horarios, recorrer la rutina. Plegar los infortunios, seguir salvaguardándonos. Pasaron tantos días desde que ya no estáis. Son tantas las preguntas, tan pocos los vestigios:

¿A qué sabe la muerte; podéis incorporaros? ¿Tocáis los cometas, palpáis el infinito? ¿Tiene árboles el cielo, recolectáis sus frutos? ¿Hay nubes entrañables, emuláis su calma? ¿Os perdura la carne, conserváis las manos? ¿Añoráis el mundo, la sed, el tiento, el frío? Cuando os cierran los ojos, ¿vislumbráis lo eterno? ¿Cómo es la luz por dentro; son de verdad los astros? ¿Es insípido el éter? ¿Cuánto pesa el vacío? ¿Os estorban las cepas, os molestan los topos? ¿Cuál es la latitud de un enterrado? ¿Os alcanza la lluvia, os golpea el olvido? ¿Soportáis los inviernos, os erosiona el viento?

¿Nos intuís acaso cuando os invocamos? ¿Sospecháis el perfil de nuestro aspecto? ¿Qué venís a buscar cuando os presentimos? ¿De quién es el espectro que nos asalta? ¿Teméis como nosotros fracasar muchas veces? ¿O es otra cortapisa lo de las frustraciones? ¿Os veis, al fin, más libres, al menos no tan náufragos? ¿Por qué no pudo ser todo lo que quisiéramos? ¿Por qué no quiso ser todo lo que pudimos?

¿Comprendéis la vida desde esa perspectiva? ¿Se distingue más diáfano un mínimo sentido? ¿Cómo se justifican los errores humanos? ¿Es cierto que ocupamos lo mismo que una hierba? Cuando os agarrotáis, ¿quién os cambia de sitio? ¿Habéis visto a los otros; os dejan abrazaros? ¿Os agradan las flores que os lleva la gente? ¿Os perturban el culto, los ritos, el bullicio? ¿Nos tildan de farsantes, acaso de insinceros? ¿Qué dicen de nosotros nuestros antepasados? ¿Disponéis de alas, conocéis los trayectos? ¿Os señalan las simas, os inscriben los siglos? ¿Resurge la ceniza, incineran los odios? ¿Perpetúan los estigmas, se nos borran los rasgos? ¿Cuándo veis a dios, recibe sin prejuicios? Son tantos los enigmas, tan larga la existencia... Paz eterna. Descanso.

(La Nueva España, 31-10-2012)

Un cementerio


Un cementerio. Prados. La tímida
espadaña. El vuelo
de los pájaros. Y una luz
terriblemente triste después
de la tormenta.

No quisiera haber visto jamás
tanta belleza. (Para Carmina y Paco)



miércoles, 31 de octubre de 2012

El pesu la lluz

Orbaya. Toi en medio
la vida. Miro p'atrás. Pésame hasta
la lluz.
Máncame l'aire.
Si confesara agora parte les mios verdaes
pareceríenvos mentira.


(C) Aurelio González Ovies
Poemes n'asturiano
Esta luz tan breve
Voz. María García Esperón
2012

viernes, 19 de octubre de 2012

Noches de los setenta

Rememoración de nocturnidades invernales bajo el calor de la casa


Domingo de los setenta. Huele a invierno y a garbanzos. Hoy me levanto más tarde. Ya nos bañamos ayer, por si hoy se iba el agua. Con la pereza que da quitarse toda la ropa, colocarse en el barreño, enjabonarse, aclararse? Hace frío. Desayunamos torrijas y chocolate con leche. Nos lo trajeron al cuarto, pero con mucho cuidado, para no manchar las sábanas. Hay Catecismo a las once. Ojalá llueva y no pare. Ojalá no abran las llaves de la puerta de la iglesia. No me sé los sacramentos ni estudié el significado de la palabra esperanza. Estreno ropa de abrigo. Bueno, un pantalón que heredé y un jersey que hizo mi madre con lana de la que pica. Y una trenca de mi primo, forrada como con felpa, que me queda un poco larga.

Me desperté muchas veces. Ayer noche, marchó la luz muy temprano, por los truenos; y encendimos unas velas y lloré sin que me oyeran. Me parecía un diluvio universal como el otro, creí que el mundo acababa. Tuve miedo como siempre. Recé y recé sin parar padrenuestros, credos, salves. Y me tapé con la almohada. Ladraron mucho los perros, cayó un poste de la luz, la higuera quedó sin hojas y el viento se llevo tejas y las chapas de la cuadra. Menos mal que ya pasó. Aún no abrimos ni las puertas, para que aguante el calor. Cuando llueve, forran todas las rendijas con periódicos y mantas. Menos mal que ya paró. Con estos sustos me salen boqueras y sabañones. Siento cómo caen los techos. Seguro que hay muchos charcos y de camino a la misa haremos una guerra de paraguas.

Huele a casa y a cocido. Como a vida de verdad. Y claro, como es domingo, mi padre pone la funda y repara las cabinas y el motor de los camiones, llena el suelo de cotones de limpiarse tanta grasa. Latas por todos los lados, manchas de aceite, tornillos, tuercas, cables y bujías, llaves inglesas. ¡Uf!. Es lo que menos me gusta: tener que andar recogiendo lo que quita y va tirando, lo que no sirve de nada. Casi prefiero los lunes, aunque haya que ir a la escuela. O los martes, aunque me toque descañar los eucaliptos. O el jueves, por más que tenga que memorizar la tabla.

Dormí muy poco esta noche. Me da vergüenza decirlo, pero cuando está muy frío y la cocina se apaga, salen de las carboneras gorgojos y cucarachas.

(La Nueva España, 18-10.2012)

jueves, 11 de octubre de 2012

Luz de otoño

Ricas imágenes constituyen indicios de una estación "muertamente" viva.


Esta luz mortecina que tanta vida imprime sobre el ocaso de las cosas. Estos campos que veo, desolados y solos, al margen de los ríos de noviembre. Estas nubes tranquilas, más quietas y más mansas, al fondo del crepúsculo. Este seco silencio de las hojas caídas de los árboles. Esas casas que humean donde empieza y termina la distancia. Esos bosques cansados, esos pastos heridos de ocre puro y vacío son el otoño. Si recuerdo el otoño y sus curvas heladas, retorno a las inmediaciones del frío. 

Esta higuera que está desparramada y vieja sobre el pozo. Estos laureles fieles que rodean la casa abandonada. Estos cubos con matas de perejil y lirios. Esta hilera de calas y crisantemos. Estos caminos que nadie transita y van posiblemente a ningún sitio. Estos castaños huecos que quitaban el hambre. Estas horas tan lentas, encaladas y mudas, como de cementerio. Esta silueta humana que cruza los umbrales de la tarde. Esos hombres que esparcen letanías de abono por los prados. Estas baldías llanuras donde se amontonaban edades de narvaso. Estas fincas estériles sin futuro ninguno? Son el otoño. 

Estos huertos caducos con berzas espigadas. Esas coladas donde airean las sábanas del tiempo. Esa agave que crece y enraíza y subsiste tirado en la cuneta. Esta tela de araña con restos de una avispa y granos de rocío. Este vaho de los vidrios en que un niño dibuja las primeras vocales. Estos puestos que venden cartuchos de castañas y olor antiguo. Estos bebés que viajan con gorro y sin pasado. Estas calles tan llenas de rostros contrariados. Esos robles desnudos como inmensos espíritus en pena. Estos parques sin jóvenes y sin amor a ocultas. Este eco lejano con el eco lejano de otros días. Esta decrepitud y este claror que bulle sangre adentro? Son el otoño. 

Estas gaviotas frágiles que puntean la arena. Esta desierta playa sin rastro de nosotros. Estas algas que pudren como olvidos de mar. Estas olas quebradas que cumplen su rutina. Estas rocas que nunca han cambiado de suelo. Esta bruma que resta existencia al paisaje. Esta lancha que viene, ajena y tarda, como desde la muerte. Estos acantilados por los que aún descienden ágiles pescadores. Esta poza apartada con papeles y restos del verano. Este fragor que llega con chispas de salitre. Este faro orientado hacia la despedida. Este sordo aislamiento de todo lo que observo? Son el otoño. 

Esta atmósfera triste que me filtra en la carne. Estos cuervos que graznan entre los eucaliptos. Esta naturaleza detenida y dorada. Esta luna tan llena dominando la noche. Estas estrellas inaccesibles estrellas como nombres remotos. Este vano que siento entre el alma y la voz. Este dolor que llevo desde siempre hasta octubre. Esos perros que ladran y atisbo que estoy vivo. Esta realidad que no es más que un continuo destello a tanta sombra. Estas bayas que arrugan como años que no sirven. Estas moras que invernan en las zarzas. Estos nidos de pega al descubierto. Esta lluvia que cae como melancolía? Son el otoño. 

Este rumor que escucho como si los difuntos, incómodos, cambiaran su postura. Este instante tan hondo de aire cálido y nada. Estos cables plagados de estorninos. Estas campanas con su anacronía. Esta paz que respiro aunque quiebre enseguida. Este humo que despide la vejez de la tierra. Estas aves que huyen sabiendo que hay regreso. Esta brisa que roza levemente un helecho. Este arroyo que baja con dos hilos de agua. Estos claros del cielo por los que se adivina la breve eternidad? Son el otoño, indicios del otoño, de esta estación tan «muertamente» viva. 
(La Nueva España, 19-11.2008)

jueves, 4 de octubre de 2012

Aun sin vida


Foto: SAN ANTOLÍN de Bedón (Llanes, Asturias). Jesús Soto Velloso

En algunos pueblos que quedan duele el tiempo, silba la soledad, huele a melancolía. Mancan las ausencias y el olvido mucho más que entre las multitudes y las prisas de las ciudades. Los pueblos son espectros de una existencia arcaica, donde nada cambia, nada permanece, nada prorrumpe, nada palpita.

Las garras del tiempo brotan en los muros caídos, en las contraventanas que ya no se abren, en los altos caserones arruinados y en las sebes que tupen los caminos y en los esqueletos de las ermitas. En el silencio de las tardes y en los hierros que pudren en las escombreras. Todo es futuro pasado en los pueblos que persisten, aun sin vida. Se percibe en las paredes agrietadas, en las rosas confusas, en las veletas atragantadas y en las eras desiertas y en los pomares y en las paneras resentidas.

Las únicas imágenes de vida, en muchas ocasiones, son avisos de muerte, indicios de derrumbe, huellas de despedida: las chinchetas, la esquela en los postes de la luz, la ropa de un difunto que quema en una hoguera, el somier que se pudre en la antojana, el tendal derribado con unas cuantas pinzas, el gallinero solo, abandonado, un remolque entre zarzas, un bidón, una fuente, un armario, un establo, un canalón vencido, un pozo seco, unos gatos hambrientos, unas chapas partidas de uralita.

Nada de lo que fue. Si los muertos volvieran, echarían de menos a los niños, temprano, el canto de los gallos, el fruto de los árboles, el rumor de las cuadras, la voz del panadero, la mañana encendida. Preguntarían qué ha sido de la tienda, del chigre, de las horas de charla, de la fe, del local del barbero, del molino y de la harina. Preguntarían por qué nadie camina a ningún sitio, por qué nadie recoge la cosecha, por qué no hay animales en las cuadras, por qué nadie se da los buenos días, por qué todo se compra y nada se elabora, por qué no sabe nada a verdad de verdad, por qué nada perdura y todo se tira.

En los pueblos el tiempo es más sincero y más triste, sí, eso es cierto. Pero punzan profundo sus espinas. Uno se echa de menos a sí mismo, añora en cualquier parte su esencia y su linaje. Uno cruza los días y se asume perdido. Uno sale a la noche y todo, menos la luz de las estrellas, agoniza.

(La Nueva España, 3-10-2012)

martes, 2 de octubre de 2012

Más allá, en cualquier parte


Me lo imagino muchas veces: atravesaré el candor inmenso del último crepúsculo, sentiré cómo todo lo que ha estado conmigo fugazmente queda a cada paso más lejano, observaré la brisa entre los árboles, miraré el humo azul de alguna chimenea, el curso de los ríos, la espalda de los campos, la longitud del mar, la forma de la tierra. Cruzaré la apariencia de las nubes. Diré adiós y en silencio ascenderé ansioso la distancia. ¡Qué hermoso lo perdido; qué exiguo, desde arriba, lo dejado! Tan pronto como llegue, comenzaré a buscaros. Tan pronto como alcance la llanura infinita, indagaré qué dirección seguir, por qué rumbo adentrarme, por dónde comenzar a no ser tiempo. Desde todas las lomas, otearé la mansedumbre eterna y avistaré en seguida la senda que me lleve hasta vuestra heredad definitiva. Divisaré los signos con que nos prometimos poder reconocernos: una estrella encendida, la sombra de una higuera, hortensias en los lindes de espigas y lavandas y, en torno a los caminos, saúcos y mimbreras donde aniden los pájaros. Y un petirrojo en tu hombro, mientras lanzas semillas de luz en los espacios.


Pronunciaré los nombres y agitaré los brazos y vendréis hacia mí, como un soplo de aire, seguidos por los perros, nuestros perros, contentos y ladrando. ¡Cuánto tiempo y qué poco! Pareceréis los mismos. ¡Qué alma limpia y joven, qué gestos más humanos! ¡Cuánto temí el momento de no hallaros jamás! ¡Y qué calor más mío el de éste vuestro tacto! ¡Qué piel más conocida la de vuestros espíritus! ¡Cuánto quise soñar las palabras que oigo; cuánto soñé escuchar esta voz y estos labios!


Me enseñaréis accesos y laderas, fisuras desde donde recordar y atisbar el universo. Me diréis cómo pasan allí las estaciones, cómo es vivir de muerto, sin días ni mañanas, sin horas y sin años. Recorreremos juntos, sin prisa y para siempre, la frágil superficie de la nada, sus frondas y sus riscos, sus fincas y sus páramos. Podremos terminar lo que no tuvo fin, revelar lo que nunca creímos oportuno, confesar lo que nunca hubiéramos pensado.


Toda la eternidad para nosotros, sin barreras ni pozos ni alambradas ni obstáculos. Me guiaréis por rampas y por desfiladeros y me descubriréis los frutos comestibles, las hierbas saludables, los manantiales puros de los itinerarios. Toda la eternidad perpetuamente nuestra. La eternidad entera, con los perros alerta y una estrella ardiendo por si alguien más viniera preguntando.

(C) Aurelio González Ovies
La Nueva España, 14 d octubre de 2009


sábado, 22 de septiembre de 2012

De ahora hasta después



Desde ahora hasta después es igual que decir siempre o tal vez ya nunca más o quizás un imposible. Puede acontecer un siglo, proclamarse un imperio, forjarse el llanto, arrepentirse una guerra. Pudieran florecerte los labios, surgir esperanzas, rechazarse un deseo, cuartear el sentido, obnubilar la duda, agriarse el pesimismo, retoñar abandonos, imponerse certezas. Amilanarse un ejército, derretirse una desgracia, retroceder un progreso, alumbrarnos la sombra, desubicarse una fe, acercarse el final, zanjar la lejanía, humanizarse un sueño o desangrarse la luz o abolirse una pena.

Hasta después: un trecho tan extenso como impreciso. Podría urgir la realidad, obstruirse la mar, interrumpirse un odio, sucumbir la imprudencia. Presentarse la suerte, extinguirse la arena, curvar el horizonte, enamorarse el humo, encallar una nube, renovarse las uvas, asomarse un descuido, redimirse un relámpago, descubrir otra luna, pudrirse una promesa. Generarse una tribu, actualizarse el antes, retrasarse un disparo, insinuarse un extremo, cristalizar un lapso, romper una marea. Diluirse la sed, sincerarse el pecado, propagarse el cariño, matarse una montaña, izar un universo, nublar la intransigencia. Desmentirse el azul, aumentar un rumor, extirpar la avidez, aminorar la hambruna, acomodarse el tedio, pretender la templanza, diluviar un poema.

Desde el ahora: un todo tan improbable como la misma nada. Puede sucumbir el instante, escucharse un idilio, reventar la sequía, obsesionarse el río, enfriar la ternura, defraudarse la tierra. Infectarse el dolor, ahorcarse el abuso, corporeizarse el aire, huir el firmamento, crepitar un abrazo, agrietarse un perfil, inflarse una calumnia, granar una sorpresa. Soldar la libertad, desandarse el camino, sobrevenir el triunfo, aceptar una culpa, desgastarse la historia, instaurarse el otoño, aullar el olvido, despoblarse la ausencia. Pronunciarse un crepúsculo, borrarse una tortura, necesitar un beso, prohibirse la muerte, ablandarse el acero, sospechar la pureza.

En el de ahora hasta después prende la libertad y ciega el día. Vibra la negación, se despliega un aroma, cicatriza un lamento, nos honra el enemigo, trascienden unas manos, ondea la paciencia. Se despide la nieve, el mundo se ilusiona, reluce la amistad, se adormece el destino, el corazón se incendia, relincha el infortunio, la rectitud estorba, oscurece la nieve, la piel se deshereda. Y se repite un huérfano. O el agua se rebela. Y destruyen las leyes. O la salud se expande. Y los seres se admiran. O la paz persevera.

(La Nueva España, 19-9-2012)

domingo, 16 de septiembre de 2012

Los días contados

Para Marian Suárez

Así se nos van los días de la vida.

La muerte está en nosotros como una adolescencia
y soñamos a veces con sus piernas de luto.
Como una decisión majestuosa.
Como el acantilado y el abismo.

La muerte está en nosotros como una enfermedad
y una costumbre.


jueves, 13 de septiembre de 2012

Tardes de cal viva





De Incertis III


Quién sabe si nosotros

los que abrimos las puertas,

los que hacemos camino,

los que no caminamos,

los que vemos la luz,

los que sentimos libre,

mañana no alcanzamos

nuestra propia

distancia.



Si todo se tratara de un silencio,

una lenta tristeza

y un silencio

como cuando en la infancia

se alejaban los circos.



Si alguna tarde al pálido

perfume de la siega,

cuando el dorado sol de junio

alarga el día,

pagaremos el canto de los jilgueros

jóvenes,

que ya no volverán al volumen

del mundo.

Si alguna noche

baja

de la noche una

estrella

y a sus ojos los hombres

no somos más que frío.


Postulación

Dame tus manos, mar. Oríllame

a tus alas. Arrástrame a la luz.

Sedimenta tu sed sobre mi voz caduca.

Ahógame en el fondo de tu forma

sin ángulos. Déjame

concebir el agua, corporeizarme

en líquido;

sentir que no naufrago

ahora

siempre

por ahora

y




para siempre.



Dame tus alas, mar. Abrázame

en tu hondura, alístame

en tus olas.



Aquí en la tierra no es libre ya ni el viento.

Sólo conozco

-ahora

siempre

por ahora-

la deriva.


Tarde encendida

No es sólo lo que ves. Hay mucho más. Detrás de cada línea vive la espera.

Quien te ofrece este gesto vio la tarde encendida y pensó que tal vez, al trasluz de sus dudas, pudieras asomarte a la belleza.

Sobre cada espiral fluye un deseo. Al borde del azul duerme la esencia.

(C) Aurelio González Ovies
Tardes de cal viva
http://blog.educastur.es/tardesdecalviva
Voz: María García Esperón
Música: The Refugee's theme. E. Karaindrou
2012

martes, 4 de septiembre de 2012

Otra vuelta de tuerca


Y yo, qué tengo que ver yo
con el espacio huidizo de esta tarde,
con esta luz que cae como tristeza azul
sobre las cosas,
en tanta prontitud.

Si soy la lejanía a qué he venido
tan cerca de la desposesión
¿para nunca permanecer, al menos
un instante, con algo entre los brazos
muy sumamente mío?
¿Para entender a medias la hermosura
y percibirla, ¡Dios!, así de inmensa?
¿Para estar recordando
en cada especie, en cada arrimadura, en cada
sentimiento que todo lo que está
es ya supervivencia de otras muertes?

(C) Aurelio González Ovies
Nadie responde
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
2012

viernes, 31 de agosto de 2012

En la boca del alma


Como otra tarde más
caída
de los dominios
de la costumbre,
habito aquí,
bajo este sol
que ya se apaga,
el canto de algún pájaro
a lo lejos,
y un poco de jazmín
en la solapa
de la habitual melancolía.
Aquí,
siempre
la noche
y esos negros caballos
sospechosos
que beben en mi ser
tan mansamente,
pero no tornarán
a la sed que me dejan.

miércoles, 29 de agosto de 2012

La vida, al fin y al cabo


De nuestro fugaz paso por este mundo



Lo mismo de otros días, casi a la misma hora, con la misma cadencia de año tras año. La señora que vende cupones por el pueblo, con unos labradores y un par de galgos. El autobús que pasa y ya no trae a nadie más que a cuatro paisanos que vuelven del mercado. Las hortensias que secan colgadas del alero, junto al tomillo fresco y semillas de malvas y el maíz enristrado. El dolor que nos pesa entre los ojos, que no es pena ni herida ni atrición ni cansancio. El gato que vigila, sin prisas, el bullir de los topos en el prado. Un recuerdo con sol y azul intenso, un horizonte hermoso, las primeras mañanas de algún primer verano.


El mugir de las vacas que otean a su dueño camino de la cuadra y reclaman el pasto. Los ligeros vencejos, con sus danzas geométricas y su leve existencia hacia el ocaso. El sonido del agua, los velos de la brisa, el quejido de un pájaro. El maíz extendido como una eternidad, los restos de unos bálagos. La espadaña, la iglesia, el cementerio solo y encalado. La belleza, sin duda, de todo lo que asumo, de cuanto veo y abarco. Tu perfil con el oro de la luz que decae y mis ojos con el asombro aquel de la primera vez que te miraron.


La sensación de ser muy poca cosa, menos que una ocasión, mucho menos que un árbol. La pesadumbre de no saberse libre, de estar muy restringido, creerse muy de paso. El vértigo que irrumpe tras una decepción, la vacuidad que toco cuando cierro mis manos. El silencio que huele como la casa antigua, como ropa plegada en los armarios. La verdad que me invade cuando cruzan las nubes, la cortedad que auspicio en mi porte de humano.


Lo que poseo ahora, lo que he dejado atrás más lo que, a ciencia cierta, sé que se está acabando. Más lo que ha de venir a partir de este instante sin un por qué ni un hasta cuándo. Lo mismo de otros siempres, mas algo que hay, sospecho, que no estará ya más, en días como éste, aquí a mi lado. La ausencia, la hondonada que dejan quienes nos han dejado. El camino, la ruta, el regreso, si cabe, la ilusión, la esperanza, sus altos y sus bajos. Las sumas que nos restan. Las cuentas que no salen. La vida, al fin y al cabo.

(La Nueva España, 29-8-2012)

viernes, 24 de agosto de 2012

Ley de la palabra



Yo no soy más grande que ninguno,
no poseo tampoco más riqueza.
Sino que al irse mi inocencia un día,
vi el camino del oro,
vi el camino de las posibilidades,
vi el camino de los devoradores,
vi el camino de la autodestrucción,
vi el camino de los acatamientos,
vi el camino de la desvergüenza,
vi el camino del miedo,
vi el camino de los reyes y de los tronos altos.
Y al irse mi inocencia un día,
miré a la libertad y fui tras ella.

Vi el camino sin ley de la palabra.


© Aurelio González Ovies

martes, 21 de agosto de 2012

Invitación al recuerdo


Con esta luz de abril
y este cielo tan alto
y la fragancia nueva que desprenden
las salvias,
te necesito aquí, diciéndome:
prepárate, nos vamos, hoy estaremos
solos
nosotros, el amor
y el vuelo de los pájaros.


miércoles, 15 de agosto de 2012

Avellaneros y puestos

Aquellos vendedores ambulantes que iban por las romerías cargados de tentadores artículos



Las noches de agosto que mejor recuerdo. El cielo estrellado que apenas se aprecia con tantos chispazos. Banderas y música. Bombillas y bailes. Bengalas y tómbolas. Casetas del tiro. Camiones y chapas. Y el farol de gas del avellanero. Las horas de estío que más echo en falta. Limpias ilusiones que uno va añorando al hacerse viejo.

Pacita y Encarna, sentadas detrás de los molinillos que llevan hincados al borde del cesto. Ramón el de Grao, con su furgoneta. Ellos exponían, un año y otro año, todo lo que uno soñaba en los sueños. Colocaban cajas en medio del prado, en la zona llana, la pequeña mesa, la silla plegable y en un santiamén montaban el puesto. Goxas de avellanas, tostadas y crudas; cartuchos repletos de chufas y pipas, de cuanto existía en el mundo entero: tofes y ronchitos, cigarros, monedas que eran chocolate; regaliz en discos y barras del rojo y barras del negro, limones, naranjas, bolinas de anís de muchos colores dentro de sifones pequeños de plástico, camiones y coches, tractores, muñecos; palomitas, quicos, ganchitos ahumados con tocino y queso; bolsas de rosquillas con granos de sésamo, tetillas de monja, palotes, ositos, manzanas muy dulces cubiertas de escarcha y de caramelo.

Pistolas de corcho y con cartuchera, relojes redondos con brillantes números que alumbran a oscuras y en el minutero tienen animales que pasan calmosos, sin prisa, cual meses largos del invierno, lentos, taciturnos. Paracaidistas, dianas y cariocas, dardos, jabalinas, penachos de indio, cromos de vaqueros. Coches de carrera, cámaras de fotos, tortugas que andan con carretes de hilo, petardos y bombas que estallan muchísimo tan pronto las lanzas fuerte contra el suelo. Gafas y prismáticos que acercan las cosas y las ves de cerca por más que estén lejos. Navajas minúsculas, tiras refrescantes, teles con imágenes de santos y vírgenes, de playas y pueblos; golosinas, porras, bastones que saben a miel y a ciruela; cuernos y colmillos para los llaveros.

Almendras saladas y garrapiñadas, cacahuetes, chicles, flahses derretidos, silbatos de árbitro, guantes de boxeo. Pastillas de leche de burra, bolsas de aceitunas con relleno o hueso. Culebras de goma, arañas gigantes, sapos de mentira, güestias y esqueletos, colas de raposo, combas y yoyós, cordones de caucho de trenzar pulseras, cornetas, tambores, carracas y gaitas, siringas, panderos? Si cierro los ojos, aún veo a unos niños, felices, nerviosos, que dudan qué y cuánto elegir de tanto como hay colgado en los puestos.

(La Nueva España, 15-08-2012)

viernes, 10 de agosto de 2012

Tierra de nada


Pueblos abandonados.
Minas tristísimas.
La nieve ha jubilado sus memorias.
Narcisos en los tiestos. Balcones solos.
Un hombre con un perro camina y silba.
Fango y barbecho.
Palacios silenciosos,
huertos y espantapájaros.
Un mastín irreal sueña y aúlla.
Tierra de nada
de pantanos
de humo
de espinos
de cemento.

Pasto verde y sembrados para la brisa.
Deshielo de la juventud.
Precipicios.
Negrura. Acantilados. Maizales caídos.
Caserones de sombra
y de lechuzas.

Estaciones.
Caminos.
Labrantíos.
Arroyos.

Se escucha el mirlo.
Esta región heredará la lluvia.

jueves, 2 de agosto de 2012

Romería de agosto

Para retroceder a los años setenta


Óleo sobre lienzo de Chus Pérez de Castro

Cómo me gustaría retroceder ahora y acercarme un momento a los setenta. Y tumbarme en las rocas de Llumeres entre brisa de mar y olor a cherva. Y coger las quisquillas de las pozas, cangrejos, moranatas y la concha grandísima de alguna llampariega. Y darme un chapuzón detrás del muelle y sentir los primeros voladores que anuncian que enseguida empiezan las verbenas. Y comer de los setos semillas de las malvas. Y borrar el aliento a nicotina masticando unas hojas de «lloreda».

Cuánto me gustaría llegar a casa, entonces, y poner a secar la toalla en los sanjuanes y asomarme a la paz de la cocina y encontrar preparada la merienda. Y la ilusión intacta todavía por estrenar mañana un pantalón y un polo y unas simples playeras. Y charlar con mi madre mientras guisa y sofríe la carne y prepara merengue y bizcocho y arroz y leche presa. Y esperar por los primos que vienen tan contentos como estamos nosotros, por saber que es agosto y que hay romería y que se quedan. Y que al caer la noche y tras cenar temprano, bajáramos hasta el campo de la fiesta.

Cómo me gustaría oír los altavoces y el bullicio del tiro y de la orquesta y comprar los boletos de la tómbola y recibir un premio de un llavero y comer avellanas sentados en la hierba. Y mirar cómo bailan los mayores y estallar los petardos a escondidas, junto al maíz oscuro, donde están, escondidas, las parejas y subir al vaivén y marearme y que el mundo dé giros como loco y beber un refresco de botella. Y que fuera domingo al mediodía y se escuchara el son de un pasacalles y despertara el pueblo de repente, con sol y regocijo en todas las viviendas. Y volver un instante al fragor de la pólvora, tras la misa solemne con procesión y cantos, en el prado agitado y la barraca llena.

Cuánto me gustaría allegarme al verano y abrazarme al pasado y no notar la ausencia. Y prolongar los lunes del festín. Y organizar carreras con los sacos y ser el más veloz con las madreñas. Y trepar por los postes engrasados y alcanzar la victoria o ganar un trofeo en el tiro de cuerda. Y tomar chocolate muy deprisa y bucear en barreños embarrados y coger con la boca las monedas. Y asistir a los fuegos que dan principio al fin e intuir en lo breve la hermosura, sospechar en lo bello la tristeza. Y volver noche arriba, camino del invierno, con la esperanza puesta en que dentro de un año, un año pasa pronto, será otra vez la fiesta.

(La Nueva España, 1-08-2012)

sábado, 28 de julio de 2012

Visitación

Alguien me ha pertenecido como una posesión.

Alguien me ha abandonado como a la lejanía de los muertos.

Por mi soledad transitan los monjes

más longevos,

monjes azules, de Santa Marta,

al norte de Florencia.

Y se escriben libros de otras edades,

libros canonizados con albúmina,

libros con versos tan antiguos como la oscuridad

para los ciegos,

libros encuadernados con el silencio

de los cirios.

Libros desheredados como el amor de un día.

Por mi soledad regresan peregrinos.

Alguien ha subido hasta mi corazón

y yo no estaba.

Alguien ha venido a morir en mi corazón

y yo no estaba.

Alguien ha llegado hasta mi corazón
                       
 y  yo no estaba.

Yo no estaba conmigo.

(c) Aurelio González Ovies


Visitación from María García Esperón on Vimeo.



jueves, 26 de julio de 2012

Desencanto


Desenterró su cuerpo. Pidió un poco
de luz.
Entendió que nada había cambiado.

Cogió una rosa. Se empapó con la lluvia,
acarició la tela de la tarde,
escuchó el mirlo
y prefirió seguir tumbada entre los muertos.


viernes, 20 de julio de 2012

Nací



Nací. Abrí los ojos.
Sentí la vida. Como un golpe
de luz. Vi muchas cosas.
Volví a mirar
y oscureció. Volví
la vista. Una estrella
caía.

Muy breve y dolorosa
me pareció su llama.


Nada
Voz. María García Esperón
Música: E. Karaindrou
MMXII

miércoles, 18 de julio de 2012

Y todos nuestros días terminarán


Y todos nuestros días terminarán.
Déjame recorrer los pueblos de tu carne,
reconocer la tierra que te forma
antes de que te lleve el aire poco a poco.
Hoy quiero compararte con el humo y no decirte
nada,
respirarte con la profundidad de los suspiros,
tocar efímeros tus labios,
deslizar tu presencia encima de mis dudas
y empezar a creer que no tenemos nada
que ver con la tristeza.



© Aurelio González Ovies
Voz: María García Esperón
Música: Einaudi
MMXII

viernes, 13 de julio de 2012

L'ultimu veranu


¿Alcuérdeste? Les andarines taben a puntu
marchar yá. Y entovía nun viniera nin siquiera
una gracha. Setiembre llegó fríu, cayó
una granizada. Fue l'añu que la vida
nos llevó tantes coses. Fue l'ultimu
veranu que contiamos estrelles y baxamos
en bici a bucear a la rampla. Fue l'añu
en que la vida empezó a ser verdá.

domingo, 8 de julio de 2012

Siempre traían sombrilla


Siempre traían sombrilla
y maletas y perchas y los coches
muy limpios.
Veraneantes puntuales como junio.
Entraban en la casa, abrían
los balcones,
sacudían las colchas
y enseguida se iban a tomar el vermú
con un aperitivo -qué palabras más raras-
y a jugar al parchís, a la sombra,
debajo de la parra.
Los muchachos comían, ansiosos,
gran parte de los días
en mi casa,
preguntando por qué había tanta fruta
en nuestra mesa
y potas con comida,
si mi padre era un simple
conductor
del camión de la basura. -Y a mí qué me importaba!-.
A finales de agosto,
a mi madre le daban muchas veces
las gracias.
Un año me dejaron el pájaro
y la jaula.

El pueblo oscurecía muy temprano
y caía la lluvia.

Desprendía su humo la tristeza.
Calor. Tierra mojada.

Al alejarse, las bacas de los coches
apiladas de bultos y de magia.

Me quedaba el invierno.


Nada
Voz. María García Esperón
Música: E. Karaindrou
MMXII

jueves, 5 de julio de 2012

Ruinas son la memoria


Ruinas son la memoria.

Aquí florecían tempranos
los sanjuanes
y se echaban al sol
lagartos verdes.

Por aquí se llegaba
hasta uno mismo, muy
pronto, caminando.

A cada instante soy,
he sido
bastante más pasado
que futuro o presente.

Como tantos caminos
que se fueron cerrando.



Nada
Voz: María García Esperón
Música: E. Karaindrou
MMXII

martes, 3 de julio de 2012

Ese río que pasa por tus ojos


Ese río que pasa por tus ojos
y navega en silencio
y luego se desborda
y naufraga en tus labios
y entristece tu rostro.
Esa sombra que surge de tu sangre
y alborota tus huesos
y despeina tu forma
y anochece tus manos
y te aleja del mundo.
Ese fuego que te aproxima al nunca
y aniquila tu fuerza
y escala tus pestañas
y se inflama en tu llanto
y gira en tu no ser.
Esa tierra que te cae como lluvia
y apuntala tu boca
y siembra en tus palabras
y besa tu pasado.
Esa tierra maldita que te araña y te traga.


© Aurelio González Ovies
Voz: María García Esperón
Música: Einaudi
MMXII

viernes, 29 de junio de 2012

Frío

Sensaciones gélidas



Frío en el futuro de las especies jóvenes que no alcanzan cielo suficiente ni caminos dispuestos a facilitarles su firme ni sus fronteras. En lo profundo de los hombres que apenas recuerdan cómo es el fácil funcionamiento de su corazón, su bombeo constante en torno al péndulo de la salud y la armonía. Frío en las largas avenidas de este año bisiesto y acobardado. En sus esquinas hogar. En sus arboledas dormitorio. En sus alcantarillas refugio.


Frío en las salas de máquinas de los palacios de los artífices del mal y los agravios; en sus recetas con óxido de maldiciones y pólvora de las calumnias. En sus panes de hambre y egoísmo. En sus innecesarios productos ulcerados, mordaces como un turbión de cicuta y carcoma. En los vergeles que cercan sus vistosas fortunas, sus elevados negocios y promiscuos. Frío en los trébedes de la desesperanza donde se lavan muy de mañana los muchachos de las trincheras y las nodrizas que baldean los restos de la leucemia que arroya de los cadáveres impúberes. En los cuarteles donde dictaminan los eufemismos del exterminio, las alegorías de la maldad y las sinuosidades de la prepotencia y el desdén.


Frío en las arengas cotidianas de los que ocultan la verdad que manipulan como uno más de sus embustes, en los razonamientos de los insensatos abundantes, en las propuestas de los ignaros entronados, en sus aserciones alfanjes. En la desigualdad que fomentan desde que el sol se enciende sobre la Tierra, en la docilidad con que se acercan antes de disparar muy a conciencia.


Frío en las iglesias y estancias en las que rebosa el oro ingrato. En las viseras de los pordioseros. En los cuartos de los manicomios y en sus paredes arañadas por la certeza y la rebeldía desatendida. En las escudillas que mojan los labios de los rumores en cada una de sus rotaciones. En los exuberantes lupanares donde se fornica a cambio de carmín y asco. En sus biombos enmarcados con el abuso y humillación.


Frío en las regiones endebles como una promesa, agónicas como la floresta, extintas como el campesinado y el alforjero y el leñador, relegadas como el marino y el carbón, como la alfalfa y los porqueros. Frío en sus fincas enfundadas en débitos y precintos. En sus demarcaciones indefinidas y desgarradas. Frío en la realidad y en la fábula. En las miradas de los que se cruzan en el frío de la alborada. Frío en las cenas y en sus mesas desoladas. En las sábanas y en los sueños y en la confianza y en la sangre, frío.

(La Nueva España, 27-06-2012)

sábado, 23 de junio de 2012

La poesía de Aurelio González Ovies en el Centro Español de Querétaro (México)

El Centro Español de Querétaro, con la coordinación de Juan José Téllez Ortega,  se complace en presentar en México una selección de la poesía de este asturiano universal, en la voz de la escritora mexicana María García Esperón, que ha convertido en uno de los más importantes objetivos de su vida literaria la difusión de la obra de Aurelio González Ovies.


La crónica del evento en palabras de María García Esperón:

Desde San Miguel de Allende, algunos de los que asistiríamos a la presentación de la poesía de Aurelio González Ovies en el Centro Español de Querétaro llegamos, literalmente, bajo un arco iris
La emoción se hacía cada vez más grande, al llegar a la nueva sede del Centro y saludar a Juan José Téllez, quien se encargó de la organización y Arlene Nájera, que participó activamente en toda la planeación del recital, para comenzar a ver llegar a tantas personas que acudían a la cita con la Palabra que viene del Norte. Españoles y mexicanos que quedaron prendados por igual de la poesía de Aurelio,  asturianos y santanderinos que hicieron un viaje profundo a sus paisajes y verdades del norte de España, mexicanos arrebatados por la belleza, sencillez y hondura de la expresión de Aurelio.
María Constantino, Ángela García, Arlene Nájera y Juan José Téllez

Juan José Téllez leyó las palabras de presentación que enviara Joaquín De la Buelga en la mañana mexicana del 22 de junio, pintando al poeta de cuerpo completo, en su grandeza de creador que todos reconocemos y en su modestia y humildad, que todos admiramos.
Los cinco poemas de Vengo del Norte seleccionados hicieron la primera parte del recital y se hizo respiración de todos el alma universal de Asturias. Desde los primeros versos todos nos prendimos en ese pasaje a lo más hondo de la experiencia humana. Resalto la presencia de tres niños -alumnos de María Constantino- que escucharon la poesía con todos los sentidos abiertos, sin desprenderse ni por un momento de lo que en ese salón colmado de adultos ocurría.
La segunda parte, con los poemas de Aurelio más conocidos en España, se convirtió en confidencia, en plática de amigos muy queridos. Se dijo un poema en asturiano, Ubi sum, que colmó con su musicalidad cualquier apetencia de belleza. Lorenzo, un asturiano de Cangas de Onís casado con una soleadísima sonorense -Yo también vengo del norte... de México, me dijo ella sonriendo- me manifestó la sorpresa grata de escuchar hablar asturiano con acento mexicano.

Ybonne, de Sonora y Lorenzo, de Cangas de Onís.

Al término del recital por mi parte, se invitó a los asistentes a leer algún poema. Circularon los cuadernillo elaborados para la ocasión, y un ejemplar de Esta luz tan breve. La primera en leer fue Noemí, española de Santander, quien manifestó las emociones y remembranzas que había vivido escuchando la palabra del peota que viene del Norte. Arlene Nájera leyó Los panes y los peces y María Eugenia Moyers, gran amiga y directora del Círculo de Lectura Sor Juana Inés de la Cruz leyó Morir sin Medida... Y con el último verso de ese  poema, dimos por terminada esa reunión en torno a la palabra del poeta que viene del Norte que nadie nunca podrá olvidar:

De qué sino para esperar, 
que en todo hay esperanza




martes, 19 de junio de 2012

Preguntadme quién soy, de dónde vengo

Preguntadme quién soy, de dónde vengo.

Miradme solamente cuando no me veáis
y habladme si yo estoy delante.
La soledad es también un planeta
de silenciosos orgiásticos y frutos llenos
de agua. Si pudiera explicaros...


© Aurelio González Ovies
Voz: María García Esperón
Música: Einaudi
MMXII

miércoles, 13 de junio de 2012

Mar

El olor de la brea y el motor de las lanchas

Fotografía: António Amen

Entra lo mismo en ti que en un poema. Entra el silencio, la incertidumbre, asombro. Eres capaz de ser toda calma. De ser furia y gigante enarbolado. Superficie insondable y transparente. Llanura de negruras y misterio. Necesito ir a verte cada poco. No concibo la vida sin tu esencia. No me imagino el mundo sin tu cuerpo. Ni tus bravas mañanas del otoño. Ni los remos tremendos de la brisa. Ni los cíclopes faros de las costas. Ni la plata fugaz de las gaviotas. Necesito soñarte a menudo. Tocar tu indiferencia colosal. Mojar mi desazón en tus orillas. Adentrarme en tus formas. Descender a tu fondo.


Siempre a la vista como un hermano fiel. En mi infancia ocupabas los veranos. La luz, la candidez y algunos nombres propios. El olor de la brea y el motor de las lanchas. La sal sobre la piel adormecida. La breve consistencia de la espuma. El vértigo de tus acantilados. La infinitud de todos tus contornos. Siempre muy cerca, como un amigo cómplice, de nuestras tardes jóvenes, sin prisas. De nuestras noches vírgenes y hermosas. De la luna inflamada, su viso en nuestros ojos. Extensión del azul hasta el futuro. Anchura enamorada de los barcos. Si te escucho, me sabe todo a sed. Si te recuerdo, toco paz, paciencia y pozos.


Brazos que no se atisban, pero que amarran. Libro que no se escribe, mas emociona. Junto a ti y mi soledad jamás me sentí solo. Belleza en fuga desde el origen. Destino de los seres que zarparon. Ancla sonora del pensamiento. Libertad en pleamar, flujo de estelas. Cuanto más me distancio, más rememoro. Dentro de mí rugen tus oleajes. Eres trazo, perfil, reducto y linde. Te dibuja una estría, pero ocupas el todo. Tus derivas me amparan de mis derrumbes. Tus galernas me sirven para sintaxis. Tu inmensidad se funde en mis certezas: apenas significo cuando te nombro.


Diques que dan a la exactitud. Peñas que ignoran el deterioro. Cofre de donde surge la tez del alba. Abismo por el que surca lo que no somos. Amante de los marinos madrugadores. Encantadora del equilibrio de los delfines. Ruta de los relámpagos y del tiempo. Escapatoria de los ocasos y de la bruma. Corriente auriga de las borrascas. Fibra que pugna con los escollos. Fuerza que bate contra lo inmóvil. Firme que fluye con fe de náufrago. Mar poderosa, mar aplacada, mar dominante e inexpugnable. Echo de menos tu voz de hembra, tu brío de hombro.

(La Nueva España, 13-06-2012)


domingo, 10 de junio de 2012

Esta puerta es el tiempo

Esta puerta es el tiempo
que no va a ningún lado:
azul como la música que nos recuerda
un poco las ganas de llorar,
hay un hombre sentado
que piensa para siempre
y unas letras que dicen
que Toni amó a Teresa.
Hay una fecha clavada en las polillas
y un domicilio ausente
en un rostro de madera.

La vida es esa boca
redondeada con tiza.



© Aurelio González Ovies
Voz: María García Esperón
Música: Einaudi
MMXII

jueves, 7 de junio de 2012

Otras veces veníais

Otras veces veníais, aunque no fuera
agosto,
a encalar vuestra ausencia
y ventilar los cuartos del invierno.
Llegabais los domingos
en un seiscientos blanco -un recuerdo
que apenas sube ya las cuestas de mi mente-.
Eran días distintos, vosotros lo sabéis,
días con un sabor sin marca
que ya no vende nadie,
inusitados gestos en vuestros rostros
niños por detrás de los árboles.


© Aurelio González Ovies
En presente
Voz: María García Esperón
Música: Einaudi
MMXII

lunes, 4 de junio de 2012

El sueño creador

Sospecharse en los versos,
cerrar el libro.
Una mirada sólo,
una luz débil
y llorar de belleza
al ver cómo la brisa
mece
levemente
las rosas
y parece que un sueño
las inmortalizara.


© Aurelio González Ovies
Nadie responde
Voz: María García Esperón
Música: Spheeris
2012

jueves, 31 de mayo de 2012

Indicios de verano

Evocaciones de la llegada de la estación estival


La fragancia fresca de las viejas rosas. Un rumor de abejas al fondo de mayo. Clavelinas dóciles en unas macetas. Esbeltos gitanos que extienden sus carpas. Los nidos de araña entre los sanjuanes. Los niños que juegan cerca del ocaso. El verdor que duele como verdad viva. El hombre tranquilo que encala su casa. La sombra afectuosa de la higuera fiel. El ropaje nuevo de un espantapájaros. La mañana llena de luz y jilgueros. La temprana música de una romería. El olor tendido de toallas de playa. Nubes de tormenta que llegan de pronto. La tarde que añora la siega en los prados.


La perfección púrpura que hay en las cerezas. Las niñas contentas que estrenan sandalias. La voz del anís, saludable y honda. El sol poderoso, cada día más alto. La explosión de aroma a flor de saúco. La sangre silvestre que filtra en las fresas. La soledad seca de las pomaradas. La hilera de hormigas que cruza el camino. La loma reciente de los hormigueros. La ilusión callada de los avellanos. Endebles gramíneas que bordean el tiempo. Los arvejos raudos que trepan las varas.


Brillantes lagartos que asoman medrosos. La piel que mudamos al perder la infancia. El arrullo ronco que un palomo emite. La calma enroscada en que duerme el gato. Los frutos que crecen milagrosamente. La lenta mirada que observo en las vacas. El abrevadero rebosante y limpio. Los últimos pétalos que caen del manzano. Mariposas leves que tantean el mundo. Caminos vacíos que van hasta el nunca. Pescadores quietos que velan sus cañas. Las pegas que riñen mientras van volando. Los adolescentes, sus besos que urgen. Las familias pálidas que comen al aire. El bullicio que abre y cierra el domingo. La cometa inhábil que asciende y se engancha. Estelas de aviones que jamás retornan. El furgón que vende bebidas y helados.


El resol doliente con que muere el día. La mujer que riega su huerto y sus plantas. El perro rendido que se echa y bosteza. La iglesia en que apenas se reza un rosario. Calor que refleja en las carreteras. Extensos espinos que aroman las horas. Abuelas que allegan las contraventanas. La límpida luna que late en las olas. Nerviosas libélulas al sur de los juncos. Petunias que brotan entre los geranios. El llantén que brota del caído muro. Sombrillas y toldos que ocultan el mar. Espacios que saben a niñez y a playa.

(La Nueva España, 30-05-2012)

lunes, 28 de mayo de 2012

Otra vez que volvamos

Otra vez que volvamos
no dejaremos nada en el camino,
no quedaremos solos para siempre,
no buscaremos siglos en las piedras,
no cerraremos nunca nuestra casa
y el mar no borrará la arena
en vuestros nombres.


© Aurelio González Ovies
En presente
Voz: María García Esperón
Música: Yanni
MMXII

viernes, 25 de mayo de 2012

Sólo así

Envejecer.

Decir adiós.

Admitir, en el fin,

nuestra grandeza...

domingo, 20 de mayo de 2012

Que nadie escriba un verso

Que nadie escriba un verso
para no hablar de ti.
Somos este paisaje que visita
la noche:
lejos hay un volcán que ya no llora,
las ruinas de unos ojos
y el deseo azulado que despluman los búhos.


© Aurelio González Ovies
Voz: María García Esperón
Música: Nocturno, Chopin (Einaudi)
2012

miércoles, 16 de mayo de 2012

Ahora estoy conmigo después de mucho tiempo

Ahora estoy conmigo después de mucho tiempo
y pasaré las horas recorriendo los álbumes,
mirando vuestros rostros siglo a siglo.
Os agradezco la memoria. Pues sé que estáis
detrás de cualquier rosa,
yo sé que el sol os llega de repente
y que asomáis puntual al mediodía.
Volver a repasar vuestra presencia.
Comprender que no me queda nada de mí mismo.
Volver a daros gracias.


© Aurelio González Ovies
Voz: María García Esperón
Música: Einaudi
2012

domingo, 13 de mayo de 2012

Eres, dulce mía, ligera


     On a vu souvent
  Rejaillir le feu
         De l'ancien volcan
                  Qu'on croyait trop vieux
Il est paraît-il
        Des terres brûlées
           Donnant plus de blé
          Qu'un meilleur avril


Eres, dulce mía, ligera
como un tango de agua.
Pero no te confíes,
lo nuestro es esta tierra
condenada al destino,
esta tarde que huye como un sol de verano.
Lo nuestro es todo aquello
que cambia ahora, ahora, ahora
y entre ahora y ahora
nunca nada es lo mismo.

Eres, dulce mía, amarga como el tiempo.



© Aurelio González Ovies
Voz: María García Esperón
Música: Yiruma
2012

viernes, 11 de mayo de 2012

Anuncio por palabras, en la voz de Isabel Ramírez

Isabel Ramírez recita "Anuncio por Palabras" en la Feria del Libro de Mazatlán 2012.


Se necesita un ser
que quiera compartir lo poco que tenemos
de lo mucho que aún queda.
[No han de importar sus años, su condición social
su domicilio...
Pero es urgente.
Alguien que entienda todavía por qué se van los pájaros
otoño arriba
a qué ha venido el hombre
a qué flor pertenece el color de los sueños,
en qué mes se desbordan las razas infelices,
con qué uvas se pisa la esperanza,
con qué refrán se cura la maldición de estar siempre
tan tristes.
SE REQUIERE que sepa manejar el idioma de las cosas sencillas.
y calcular el radio de los besos
y valorar los rostros que carecen de marca
y escribir en presente las ilusiones muertas
y entender la estructura de los gestos.
PREFERENTEMENTE niño - hombre - mujer - adolescente,
de la piel que quisiera,
con los ojos redondos como un significado,
con la voz siempre en fuga como las libertades
y las manos abiertas como diez intenciones.
Pero un ser, ante todo
que jamás haya visto un chubasco de sangre,
que no haya puesto nunca una trampa a la vida,
que haya bebido a veces un mar de malos tragos
y a veces con la rabia haya comido tierra.
Es también requisito presentarse a deshora
con el inmenso encanto de lo que no se espera,
con la sonrisa fresca como un chorro del alma
y el eterno secreto por qué uno se enamora.
Alguien que prometiera
que es preciso muy poco para ser muy feliz a toda costa.
Pero es urgente.

© Aurelio González Ovies
 Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez
Huelva, 1992.


jueves, 3 de mayo de 2012

Madres

Loa a las abnegadas mujeres que nos traen al mundo



Son fuentes encendidas en las noches cerradas. Son fuerza, escudo, aljaba, desprendimiento, abrazo. Son todo lo que somos, más lo que no han podido. Todo lo que aún contienen más todo lo que dieron. Son ángel, persistencia, gratitud y claror. Son parte de la vida, como la lluvia, el árbol, proclives al amor y a eternos sacrificios. Son báculo y promesa, destello, calma, arresto. Son rumbo hacia nosotros, desinterés, belleza, con manos de torrente y raza de camino. Son flor en pleno invierno, capacidad, alcance. Son llama, intensidad, coraje y sutileza, con alma en vez de piel y trazo de cariño.


Y manejan los hilos de la perseverancia, los atriles azules de los cielos inmensos. Llenan la soledad de música y ternura, nos tejen primavera con el grosor del frío. Pulimentan el hambre y atajan las penurias. Desintegran los trazos del dolor más profundo. Localizan desánimos e inquietudes y ahogos. Nos rebajan el ancho de daño y cicatrices. Desprenden el aroma de los días hermosos. Comparten con el fuego un origen divino. Esperan lealmente sin prisas ni cuestiones. Vislumbran con los ojos lo que no habla el lenguaje. Conservan los secretos con el rigor más íntimo. Nos ahuyentan los miedos gigantes de la infancia. Nos moldean palabras, allanan altibajos. Nos temperan el llanto. Nos ceden el respiro.


Un poema a todas
las madres que existen,
a las que nos peinan
y a las que nos visten.
Un poema a todas
las madres del mundo
porque hacen milagros
de un guisante crudo.
A las que aunque estén
con fiebre y anginas,
nos fríen abrazos
y asan sonrisas.
A las que de siempre
nos quieren ya tanto
que rebosan sueños
mientras tragan llanto.
A las que del pez
fiero de la vida
nos sacan la carne
y comen la espina.
A las que envejecen
con grietas y grumos
de exprimirse a diario
para hacernos zumos.
A las que ya están
sobre nuestra cuna
borrando la noche
y pintando lunas.
A las que nos cubren,
defienden y abrazan
incluso si duermen,
incluso si faltan.
A las que los años
casi se les pasan
entre planchar fuerzas
y limpiar la casa.
Un poema a todas
estas siemprevivas
que sirven de fuelle
y aguantan de viga.
Un gracias a todas
estas madres nuestras
que son cocineras,
modistas, maestras;
y adornan bizcochos
o administran cuentas
y trenzan toquillas
o zurcen sorpresas.
A las que aún están
o son ya estrellas.


(La Nueva España, 3-5-2012)







No olvido aquellos días.
No borro aquellos miedos.
Madre, ¿Cuándo sea mayor
Tú serás ya muy vieja?;
¿tendré que enfrentarme un día al mundo
solo?
Ella siempre venía a darme un beso,
Me apagaba la luz
Y me decía:
no pienses esas cosas, hijo mío,
eres muy joven, anda,
todavía.
Pero cuando el invierno arremetía
furioso
contra las ventanas
y el triste crucifijo pendía sobre mí
tenebroso y oscuro
me aparecían los muertos
que había visto metidos en cajas.
Tanteaba la pera, encendía la bombilla
y con cualquier excusa la llamaba:
mamá, no sé si tendré fiebre,
tráeme un vaso de leche,
hazme una manzanilla.
Y entonces como siempre, como
a todas horas, ella estaba
fregando
y dejaba los platos y las potas
y me poníael termómetro
y tanteaba mi frente.
Voy a quedarme aquí
para que no te muevas.
No me parecen décimas,
Tranquilízate, calma.

Y con su mano allí,
sobre mis pensamientos,
huían mis temores
y en breve me dormía.

Otras veces la guerra o el infierno
-paisajes que tanto ensombrecían
aquellos negros años-
me angustiaban el sueño a media noche
y gritaba su nombre.
Y entonces, como siempre,
como a todas horas, ella estaba sentada en la cocina,
cosiendo o repasando,
o escogiendo lentejas o picando
patatas.
Y clavaba la aguja en la pechera
y se allegaba al cuarto
y me frotaba el cuerpo
con alcohol de romero y con papel
de estraza.

Y con su tacto allí
posado en mis delirios
repetía en voz baja:
ya verás cómo pronto pasa esta noche
ya verás qué enseguida llega mañana.


© Aurelio González Ovies
Insomnios
en NO, Cuadernos FÍBULA de Poesía, Avilés, 2009. 
Presentación en el Palacio de Valdecarzana (Avilés) junto a Marian Suárez 
Realización: Nacho en Un mundo de colores