martes, 29 de noviembre de 2011

No sé qué página

No sé qué página es esta
de mi vida,
pero de lo que resta
voy a escribir muy poco.
Voy a decir que hoy es un día hermoso
para ausentarme
y compartir conmigo lo que no me comprendo
todavía.





domingo, 27 de noviembre de 2011

Dos palabras solo

Dos palabras solo
y nada más:
amo la vida y por tanto,
a veces la detesto.

(Para Marian Suárez)

viernes, 25 de noviembre de 2011

Umbral de diciembre

 Deseos que brotan al filo del último mes del año


Quiero que vengas, madre mía, tú, a encenderme el umbral de este diciembre. Quiero que seas tú, con tus rasgos de luz, la que alumbre en las velas y en los limpios destellos mañaneros de la flor de la nieve. Que vengas tú a curarme la tos con tu resguardo, a librarme del frío de estas fechas vacías, a abrazarme detrás de una ventana mientras arde el silencio de la casa y el invierno ruge con su furia y fuera llueve. Aunque de nuevo me den miedo el relámpago y las tejas que rompen y los cables que aúllan y el chispazo imprevisto de los plomos y el gorjeo de la leche mientras hierve.

Que me dobles el borde de las sábanas y tantees la humedad que arroya en las paredes y recemos un poco en voz muy baja el padrenuestro antiguo, el que tú me enseñaste, y enrolles a mis pies la toalla y la botella, el papel de periódico y el ladrillo caliente. Y me pliegues la noche con la paz de tus fábulas y me pases, despacio, las páginas del sueño. Que me hables de aquellos años tuyos por los prados de Viodo en primavera y me mires dormir y me desees descanso y apagues mis zozobras y me beses la frente. 

Y pongas tú en la mesa las cenas abundantes, los dulces escogidos, las frutas escarchadas y el tacto en los manteles. Quiero que vengas tú. Quiero que bajes tú desde la antigüedad de un villancico. Que surjas de entre el musgo, de un río o de una senda que cruzan los belenes. Que resurjas del irreal perfume de un palacio elevado, de la hondura de los pozos de agua, de un desierto imposible, del temple y la quietud de algún pesebre. 

Ven y hazlo posible. Dibújanos el pino que te gusta. Amarra a esta nostalgia cascabeles. Escríbenos deseos y pámpanos y hojas de limón en los cristales gélidos del siempre. Caliéntanos las manos con cáscaras de fe. Ven, colócanos encima de la cama regalos y sorpresas. Haznos creer que resoplan muy cerca los camellos, que llaman a la puerta los pajes de los Reyes. Suelta la eternidad, abandona la estrella, cuando giren el mundo o la nada o el humo y mires hacia abajo y atisbes estos brazos, deja la inmensidad, desmóntate, detente. Quiero que vengas, madre mía, tú, a iluminar las bóvedas de este mustio diciembre.


miércoles, 23 de noviembre de 2011

Los labradores cantan con voz de vino dulce

Los labradores cantan con voz de vino dulce
algo muy parecido a nuestra infancia.
La grana de la ausencia empieza a desbordarse
sobre el muro
de estas largas tardes de cal viva.
Jamás podrán los hombres arrancarse su sangre
ni romper el espacio de las primeras manos
ni detener los barcos que parten con el tiempo.
Los labradores cantan y oscurece otro día
por detrás de los árboles.



domingo, 20 de noviembre de 2011

Esta noche en el viento


Esta noche en el viento
están hablando todos los seres de la muerte.
Esta noche en el viento
hay un baile de pájaros inacabado.
Esta noche en el viento
las vidrieras del alma se derrumban.
Esta noche en el viento
han venido los árboles a deshojar la fiebre.
Esta noche en el viento
nadie sabe su nombre ni conoce su sitio.
Esta noche en el viento

han pasado cien años como un sueño.


jueves, 17 de noviembre de 2011

Yo sé que mis palabras

Yo sé que mis palabras
van siempre en busca tuya
pero no hay otro modo
de decir que te quiero.
Y sé que mis palabras
no han sido todavía
capaces de expresarte.


(C) Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Voz
María García Esperón
Música: Yanni
MMXI

lunes, 14 de noviembre de 2011

Cuando hayamos llegado

Cuando hayamos llegado
nos dirán que la eternidad
tampoco es para siempre.
Echaremos de menos la ventana del cuarto
donde tú devanabas la penumbra
y sangraba la parra en la hora del otoño.
La eternidad, seguro, es un dócil camelo
antes de separarnos definitivamente.



 


(C) Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Voz: María García Esperón
Música: Yiruma
MMXI 

sábado, 12 de noviembre de 2011

Nuestro pasado se escucha a través de las uvas

Nuestro pasado se escucha a través de las uvas
y de este pueblo roto al que una gaviota solamente
viene de tarde en tarde.
Soy el antepasado de aquel espantapájaros que se quedó mirándome
donde el tiempo se para a picotear sus plumas.
Estas tierras están cosechando los niños que jugaron conmigo
y volverán muy pronto con sonrisa de musgo y sandalias de cuero.
Venid, quiero deciros cuántas horas se tarda en olvidar un nombre.
Venid, quiero enseñaros la muela que tritura el grano de la vida.
Venid, hace buen tiempo para sacar al sol las dudas, los abrigos,
el silencio, los cuartos.

(Para Gelinos)



© Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Voz: María García Esperón
Música: Eleni Karaindrou
MMXI

jueves, 10 de noviembre de 2011

Tiempo de narvaso


Época de pomaradas mustias y de noches desiertas y extendidas

(AGO. Nubes y ocaso. Noviembre 2010)

Es tiempo de narvaso y de garduñas. De nieve en los picachos prominentes. Y de jerséis de lana hechos en casa. Es época de pomaradas mustias y de noches desiertas y extendidas. De confiados raitanes que gorjean en busca de algún fruto y gorriones que añoran el verano y la grana. De abedules y pláganos que incendian el paisaje; de rubor de cerezos y guindales silvestres; de olor a tendejones y a esfoyaza. A desayuno, a pan sincero, a silabario. Y de humo de borrón entre la húmeda faz de la mañana. 

Son días de una luz muy verdadera, definitiva y limpia, en el perfil del mundo y en la grandeza azul de las montañas. De una nitidez inusitada en la infecta rutina que nos engulle inexorablemente, en la voraz rutina en la que nadie apenas se detiene ya ante nada. De unos cielos muy altos, con brillantes estrellas, que nos asoman a nuestra finitud. Días que llegan como ya terminados, extrañamente untados en desidia y galbana. Y apetecen el calor del fuego más que nunca y la complicidad de unos visillos. Y el rumor del cariño a nuestro lado. Y el silencio encendido en las horas oscuras y sus lentas estancias. Se nos antojan más las costumbres perdidas, los sabores añejos, los recodos tranquilos, los seres que nos faltan. 

Éstas son fechas aptas para acercarse a los recintos del pasado y adentrarse en los preludios del invierno y en las vigas antiguas y el vaho de sus cuadras. Y apropiarse de un cántaro de leche y cenar unos higos con pan blando y buscar en un cuarto algún resquicio inmune de la vida, alguna muestra viva de los muertos, de los años hermosos de la infancia. Y abrir viejos baúles, olvidados al pie de un lecho solo, tantear en los armarios los trajes y las felpas, el jabón y los lienzos, chocar con el perfume a romero y manzana. 

Son momentos de levantarse pronto, muy temprano, y atrapar ese albor que jamás volveremos a asumir desde ningún lugar ni desde esta ventana. De caminar sin rumbo, bosque arriba, por entre la quietud de la resignación, por entre los nogales derrotados, por entre los helechos ya vencidos y los quitameriendas pertinaces, por entre la agonía de las zarzas. Instantes más mortales que otras veces, porque traen caducidad y límites, separación muy firme del sol y las cigüeñas, de pétalos y ramas.

(La Nueva España, 9-11-2011)

miércoles, 9 de noviembre de 2011

De tarde en tarde


De tarde en tarde quiero que vengas
a decirme algo,
por ejemplo, que existes y sabes que existimos,
que la vida no es todo tirar hacia delante
sin pararse a pensar
eso que ya no somos ni seremos ni hemos sido.
Porque ¿a veces no te ocurre
que has sentido una voz, un rostro, un gesto
y se te abren los brazos... y es el recuerdo?
¿Conocías a José, Rosario, Inés..? Se han muerto.
Tampoco están, tampoco,
ni Gruñón, ni el silencio amarillo de tus dalias,
y el mar desde tu casa se ve un poco más viejo.
También yo he envejecido:
mi voz, mi andar, mi cuerpo...
Pero la vida es esto, ya se sabe:
soñar que hay siempre tiempo
para olvidar que uno puede ser atrapado en el intento.

(Para Mª Sol, desde su pueblo)

Vista desde aquí la vida


Vista desde aquí la vida tiene un puerto
y nuestras lanchas, amarradas al muelle,
atardecen bajo un día cualquiera.
Por qué sufrimos,
si a esta hora se encienden las luces
en los pueblos
y los hogares empiezan a cerrarse melancólicos.
Por qué, si las estrellas están
tan apacibles como siempre
y un grillo va enroscando el sueño entre la noche
y un borracho da tumbos vida atrás
y una mujer recoge la colada
y un niño va feliz con su pelota
y dios amasa mundo en sus molinos.
Por qué sufrimos
si mañana está siempre tan lejos de tan cerca
y no sabemos nada de nosotros
y nunca escudriñamos nuestra historia
y nadie nos ha escrito todavía.
Por qué sufrimos
si sólo es nuestro todo mientras no lo perdemos
y amamos cada cosa para no estar
tan solos.
Por qué, por qué sufrimos,
si hemos venido aquí por no ir a ningún sitio,
para encontrar un rostro que vaya encariñándonos,
para coger un tiempo que vaya entreteniéndonos.
Por qué, por qué sufrimos
si cada hora que acaba nunca vuelve
y cada adiós empaña una ventana
y cada nombre se hunde en un olvido
y cada olvido sangra tantas llagas.

Vista desde aquí la vida tiene un faro
con una luz eterna
que llega y mira y pasa.

(C) Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Voz: María García Esperón
Música: Eleni Karaindrou
MMXI

lunes, 7 de noviembre de 2011

Dile al faro


Dile al faro
que nuestra barca ha muerto,
que ocupen nuestra roca otros dos jóvenes
y que todas las tardes
la arena tenga huellas parando las mareas.
Lo siento de veras, pero tengo que irme
hacia la tierra adentro de los míos.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Miraremos atrás


Miraremos atrás
y cuando estemos a la altura
del recuerdo
habrá gaviotas planeando
el mar donde fuimos como un niño
de arena;
habrá un pueblo descrito con cal viva
y un camino hacia el verano. Diremos adiós
y empezará el atardecer a respirar
en los jazmines.


Tenía que deciros

Tenía que deciros
que mi vida limita al norte
con los nombres propios de unos seres
que han vendido sus tierras
y se han ido.
El resto de mi geografía
da al mar y a las gaviotas
y a la conciencia donde naufrago inexorablemente.

 


(C) Aurelio González Ovies
Voz: María García Esperón
Música: Einaudi
MMXI

Nunca es puntual el tiempo



NUNCA es puntual el tiempo
para dejarnos solos y empezar a perdernos
en la espesura donde ya nadie se conoce.
Quiero estar aquí como la lluvia,
en vertical como el abismo.
Soy el amo de la soledad,
la cifra de la nieve, el inventor del cero.
Soy el conquistador de la humedad del agua.
Quiero instalarme aquí. Mis carabelas
están enamoradas de la ruta del sueño.

Vengo a ofreceros mi fe antes de que anochezca,
a entregaros mi historia rural como el ganado,
a colgar un refrán de vuestro cuello
y deciros mi vida. Vengo del Norte,
de una noche dormida en los castaños,
de una casa fresca como los vientres de las bodegas.

Mis recuerdos son vuestros desde ahora,
os ofrezco el perfume de los membrillos
envuelto entre las sábanas,
el rito cereal de las siestas de mayo,
el canto de los grillos, la sed de los limones.
Mis secretos son vuestros desde ahora,
os proveo de ojos manantiales,
de mitologías suaves para mecer las cunas,
de palabras-espiga para dorar lenguajes,
de caminos y charcos y atajos como infancias.

Antes de que anochezca,
he de plantar aquí la grana de unos ojos
que no deben cerrarse,
la fuerza de unas manos que abrazan como muros,
la voz tradicional de la boca del barro,
los frondosos suspiros de la menta.

Ven a recibirme con tu ajuar de deseos
y viviremos cerrados bajo la biografía de la niebla,
en el exilio de los faros.

Te adornaré las horas con laureles romanos
alrededor de casa,
te diré que los dioses duermen en los jazmines
desde el último eclipse,
te vaciaré el volcán que supura en la boca de los siglos
y haremos un paisaje que brote nuestros nombres
en sus tierras.

Nunca es puntual la lágrima para llorar el humo
que se escapa de un alma que se enciende
y crepita en los leños que tabican la puerta del olvido.
Aquí seremos libres como el atardecer de los pastores
y la sonora estación del queso fresco.

Seremos más que libres
y pondrás tus sospechas a curar al aire puro.
Ahora di que sí, solamente que sí
como hacen nuestros árboles al entregar el fruto
o admiten nuestros perros al robar su camada.

Quedaremos
y pintaremos el cielo de cal viva y tendrás una estrella
preferida
y arrendaré una fuente a nuestras náyades
donde laves la ropa arrodillada con el lento jabón
de los crepúsculos.

Quedaremos y parirás con el dolor de las cosechas,
con esos gritos rojos con que se hace la sangre
y se pisan los mostos en las tribus del alma.

Quedaremos aquí,
definitivamente lejos de los ayeres desilusionados,
definitivamente cerca de las inmensas llanuras
por donde tendremos que partir
cuando caigan las nieves de nuestros ojos fríos.
Serás tú la heredera del rocío y de las lunas llenas,
tú la que cure con hierbas los dolores del mundo
y la que más entienda del vuelo de los pájaros
y el croar ensordecedor de las tristezas.

Quedaremos aquí,
definitivamente hundidos en el temblor del tiempo
y los helechos,
definitivamente ocultos bajo las primitivas
capas del espacio,
definitivamente así como la muerte.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Recuérdale a la vida

Recuérdale a la vida
que hemos estado juntos,
que teníamos una casa
rodeada de hortensias
un perro y unos árboles
que no sabrán estar eternamente solos.
Recuérdale a la vida
que ha de acercarse aquí alguna tarde
a podar nuestra ausencia,
a recoger tu ropa,
a deshojar la sed de nuestro pozo.

Recuérdale a la vida
que hemos querido tanto aquellas cosas
y lo dejamos todo.

 


(C) Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Voz: María García Esperón
Música: Eleni Karandriou
MMXI

Esparce mis cenizas

Esparce mis cenizas
frente al mar de mi casa
a esa hora en que el recuerdo
puede ser la gaviota sobrevolando frágil.

 


(C) Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Voz. María García Esperón
Música: Eleni Karaindrou
MMXI

jueves, 3 de noviembre de 2011

Acaso nos hemos confundido

Acaso nos hemos confundido
y la felicidad sea un perfume inacabado.
Vida mía, todo envejece como tu piel
y nadie llora.
Mira, mira los árboles y los pájaros
y el mar y los andenes
y esta casa entrañable que nos cubre.
Mira la droga de los dioses y los olimpos
de la nieve. Hemos dejado atrás, sencillamente, todo lo que nos va dejando.
Y es que la vida es así de rápida.
Como un viaje a las rosas. Sí,
es verdad que estás vieja toda tú:
aliento tacto mirada pelo. Pero nada me importa
mientras sigas aquí
y nos demos calor en las tardes de frío;
aunque ya nadie esté que pueda conocernos
ni sepa nuestros nombres.
Sí, es cierto que esta noche
preguntarse a uno mismo a qué habremos venido
resulta un desaliento.
Es cara la felicidad, amada mía,
tan imposible que a veces
apetece bailar hacia la muerte girando en el orgullo.
Pero aquí vamos, muriendo lentamente pero juntos. Juntos sobre todo.
Y tus geranios quedarán siempre a la puerta
y a nuestra higuera vendrán siempre los pájaros
y a nuestro domicilio llegarán cartas como otoños. Todo lo mío- tuyo, todo deshojado.




© Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Voz: María García Esperón
Música: Yiruma
MMXI

Si fuéramos chiquillos

Si fuéramos chiquillos
te preguntaría
por qué letra empieza tu tristeza.


   

(C) Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMXI

Anuncio por palabras




                                              Para Elena y Julio y Andrea y Sergio


Se necesita un ser
que quiera compartir lo poco que tenemos
de lo mucho que aún queda.
[No han de importar sus años, su condición social
su domicilio...
Pero es urgente.
Alguien que entienda todavía por qué se van los pájaros
otoño arriba
a qué ha venido el hombre
a qué flor pertenece el color de los sueños,
en qué mes se desbordan las razas infelices,
con qué uvas se pisa la esperanza,
con qué refrán se cura la maldición de estar siempre
tan tristes.
SE REQUIERE que sepa manejar el idioma de las cosas sencillas.
y calcular el radio de los besos
y valorar los rostros que carecen de marca
y escribir en presente las ilusiones muertas
y entender la estructura de los gestos.
PREFERENTEMENTE niño - hombre - mujer - adolescente,
de la piel que quisiera,
con los ojos redondos como un significado,
con la voz siempre en fuga como las libertades
y las manos abiertas como diez intenciones.
Pero un ser, ante todo
que jamás haya visto un chubasco de sangre,
que no haya puesto nunca una trampa a la vida,
que haya bebido a veces un mar de malos tragos
y a veces con la rabia haya comido tierra.
Es también requisito presentarse a deshora
con el inmenso encanto de lo que no se espera,
con la sonrisa fresca como un chorro del alma
y el eterno secreto por que uno se enamora.
Alguien que prometiera
que es preciso muy poco para ser muy feliz a toda costa.
Pero es urgente.



(C) Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Realización y voz: María García Esperón
MMXI

miércoles, 2 de noviembre de 2011

A veces esta casa me entristece

A veces esta casa me entristece
cuando cae la noche.
Tus vestidos colgados en la percha,
esta silla con restos de tu cuerpo,
nuestra cama...
No sé por qué, amor mío, tengo el presentimiento
de estar amando en balde
o de comprarte un ramo de ahoras los fines de semana.
Vale más que dejemos de hacer nuestras las cosas,
de escribirnos las fechas
detrás de esos momentos en que somos felices,
de regalarnos libros.
Mismamente este cuarto me llena de abandono
cuando antes de dormir me das un beso
y me quedo mirando tus ojos que se apagan,
tus cuadros, estas fotos, tus zapatos mojados,
tu colección de botes de perfume.
Mismamente esta hora se me queda tan larga
cuando el tiempo es tan corto,
que empiezo a perder ya lo que aún no he perdido:
tu nombre pasajero, tus labios pasajeros,
tus collares, tus cartas, tus muecas, tu sitio.



(C) Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMXI

martes, 1 de noviembre de 2011

Estos son los árboles de mi tristeza

Estos son los árboles de mi tristeza,
de donde a veces te traigo lilas
para que guardes entre las páginas
de nuestra historia.
Amor mío, me voy haciendo viejo como los bosques
como un camino que se cierra,
como un perfume que se derrite
como una carne llena de nidos.
Amárrame a la sombra y espera aquí conmigo,
porque antes de partir quisiera estar mirándote.




(C) Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Voz: María García Esperón
Música: Yiruma
MMXI

Quédate con mis libros



Quédate con mis libros
cuando yo no esté aquí.
Que en las tardes de lluvia
el griego es más hermoso todavía
y quiero que conozcas la lengua de los dioses
y el silbante dialecto del invierno.

Y al final seremos tierra


                                                 A Fonsus


Y al final seremos tierra
inútilmente tierra.
Tierra para la lluvia que nos caiga
para los pájaros que vengan,
para los niños que se escondan.
Tristemente tierra
para las hierbas que nos cubran,
para los árboles que broten
para los bueyes que nos aren.
Solamente tierra
para los hombres que construyan
para las tardes que se vayan,
para el recuerdo que nos nieve,
para la brisa que nos borre.
Tierra sobre la tierra
indiferente.

(C) Aurelio González Ovies
La hora de las gaviotas
Voz: María García Esperón
Música: Spheeris
MMXI