sábado, 30 de julio de 2011

Más allá de este instante

Nuestra posesión más palpable: lo que cabe en el ahora y en el hoy.


En seguida acabará este instante en el que siento que la vida está plena. En seguida dejaré de existir -si en algo contribuyo- en esta misma tarde, asomado a la brisa, entre el ancho del cielo y sopor de la siesta. Cada tiempo, lo pienso: tal vez después de ahora, no haya más que una brusca sensación de vacío, un tránsito a la noche desde cada mañana, una continuidad hacia la inexorable desazón de la inercia. En muchas ocasiones lo percibo y me arrogo: todo es propio, acapáralo; todo esto que distingues es más posiblemente que cualquier utensilio o cualquier otra forma provista de materia.

Todo está en este instante en que brilla el verano y nadie más que un gato cruza la carretera. Todo desde este aquí, hasta que quiebren estos rayos de sol que entran por los perales, sin más finalidad que endulzar los sanjuanes y madurar las peras. Obsérvalo y empápate de su actualidad breve, rememora sus trazos, reconoce que es mucho más que siempre este ya que está acaeciendo, que es mucho más que tú su intangible grandeza. Absórbelo e intenta retener en los brazos el peso de este día, la piel de este vilano que marcha a la deriva. Muy pronto no quedarán vestigios, sólo ascuas acaso, o negación o ausencia.

Aprópiate de lo que alcanza el viso de tus ojos, de este rosal tan quieto, del tronco que lo alza, del perro que te mira con amor y extrañeza. Respira la dimensión que posa en un segundo: agosto una vez más; nada distinto a agosto, pero nada que pueda predecirse, ningún árbol igual; las mismas, pero más otras, las hortensias; una gaviota gira el rumbo de repente, mustian los girasoles, las hormigas nerviosas van por el muro arriba, en atentas hileras. Huele a humo de hoy, a nunca más. Grita un niño a lo lejos, pasan excursionistas con mochilas cargadas y en un prado recortan la hierba las ovejas. 

Inhala esta existencia, su duración escasa, su tenue superficie. Vuelan las golondrinas muy bajo, son las cinco, es probable que llueva. Es una suerte grande estar aquí, saludable y mortal, esperando algo aún, mas sin saber muy bien por quién o qué se espera. Inspira esta verdad: comienzo aquí, y termino; más allá de este instante, más allá de esta única acotada extensión, más allá de este ahora y su certeza, nada nos corresponde. Perplejidad, acaso, riesgo de perecer o de prolongación, sencilla contingencia.

( Diario La Nueva España, 27-07-2011)

jueves, 28 de julio de 2011

Cómo pasamos


Cómo pasamos... Recuerdas que hace poco
-parece que unas horas-
estábamos pensando en ser mayores,
en fumar un cigarro delante de tu padre
y tener unos duros para tomar un vino...
Ya lo hemos visto todo.
¿Y qué?
¿Cuánto has adelantado?
¿Cuántas palomas mágicas podrían salir
ahora
de los pliegues que abundan en tu piel?
¿Qué decir a esa gente que espera que
demuestres
las torres construidas
con las prometedoras rayas de tus manos?
Ah...
No bajes la cabeza, no cierres el telón
y vamos a explicarles
los pasos de aquel truco de fumar a escondidas,
de amar entre los setos y beber solamente
pensando que bebimos,
mojándonos los labios con la sed del deseo.
No vayas a pintarte de ayer al camerino,
porque en cualquier centímetro de las
cortinas
podremos dibujarles un mimo
con los gestos que abarquen el total
de nuestras vidas.

domingo, 24 de julio de 2011

Vuestra mirada es dulce como la edad del mosto



XVIII

VUESTRA mirada es dulce como la edad del mosto,
pero tenéis el seco aliento de la tierra,
la voz más solitaria que el eco de los muertos.

Ella ha venido
para haceros salir de vuestras vidas
con la hierba que absorbe el sueño de los grillos.
Ella ha venido.
Sus manos son recuerdo de todo lo que tocan
y en su carácter viajan las gramíneas del sueño.

¡Ay de vosotros,
ay de vosotros!
Conocemos los libros de la vida,
los eternos volúmenes del tiempo, la juventud
del agua, la mocedad del frío;
somos ya veteranos como el poso del dulce rencor
de los fracasos,
indiferentes como los faros,
rutinarios como el asomo puntual de las estrellas.
Pero aquí está el final de los eclipses,
el verano más íntimo, la marea más dócil.

Os doy el movimiento de los siglos pasados
y el olor de las casas que se quedaron solas.
Os ofrezco la desnudez del grito,
la curtida protesta de nuestros labradores,
la amarga ley de los pomelos.

Hablaremos con manos ágiles,
con pies como raíces,
con templos si es preciso,
y quedarán palabras
subidas a las torres,
manzanos encendidos sobre la primavera,
caminos y montañas y estaciones de ida y promesas
de vuelta.

Vuestra sonrisa es fresca como las pomaradas
entre la amanecida;
buscaremos juntos la provincia ilegal
donde habita el destino en los meses de invierno.

Seremos uno
y necesariamente uno para evitar las guerras
o las sangrientas cifras que originan los pares.
Seremos uno
como la dirección en llama de los girasoles,
como la hidráulica pasión del oleaje,
como el inesperado brotar de la naturaleza.

Una voz, un alma, una palabra,
que es lo mismo que hablar de un hombre entero.

(C) Aurelio González Ovies
Vengo del Norte
Voz: María García Esperón
Música: Kitaro
2011

Lo que cabe en un nombre


(A Pepe, el de La Ribera, in memóriam)

Fue pronto, muy temprano. Pero tuvimos tiempo de despedirnos (lo de los funerales, puro trámite, como afirmabas tú muy a menudo). Me cogiste la mano y me pediste que te firmara un libro y te diera las gafas. Fue tan pronto que ni yo lo creía ni tú te lo esperabas. Pero hubo unas horas todavía y mientras recordamos aventuras y trances, yo medía lo mucho que cabe en un nombre, en cuánto te llevabas o se quedaba en mí, entre tu despedida y mi existencia.

La vida entera, la vida paso a paso, la cortedad del tiempo, la longitud del frío, las noches del verano, la playa de Bañugues, el fuego y la queimada, el sol sobre Moniello, las cunetas con cherva, los retos de la infancia, las fiestas de San Jorge, tu molino y la ñora, tu cara con las pecas, los domingos del Camping, tu casa en La Ribera.

Los años de instituto, tu vocación de escuela, la luz del Rompeolas, aquel viaje a los Lagos, tu apego a las hogueras. Los Stukas y Cuélebre, las romerías que hicimos, las obras de teatro, las carrozas, el Club, la iglesia vieja. Nuestra estancia en Santiago, las uvas de O Grobe, las vistas desde Vigo; las Cíes, la juventud, los sueños, la quietud de la ría y las mejilloneras.

Tu puerta abierta siempre, los sábados del Valpa, la época del Brumel y del Andros, el pop de Ricchi e Poveri, los días de los 80. La Marina, El Tomillos, Los Panchos y Mecano, las bravas, las mistelas. La colección de pósters, los guateques del Pósito, los primeros cassettes, las pandillas de siempre, las de los veraneantes. El brillo de la edad y las verbenas.

La lanchas y el cigarro, las risas con Maruja, las tardes con Teresa. La siesta tan sagrada. El olor del salitre y el tufo de la brea. El musgo de la rampa. La voz de las gaviotas. Las grandes caminatas. El Brisamar, las rocas del Fornón, la luna en Roballera, las brasas, las sardinas, las guitarras, alguna bronca que otra, algún enfado, algún capricho y muchas, muchas confidencias.

Cabe todo en un nombre. No somos más que un nombre. Tú estabas en la cama y yo pensaba: no puede ser tan rápido, no puede ser así. Pero así fue. Ahora estarás por siempre sobrevolando el turno de las horas, ceniza entre tu casa y las mareas.

(C) Aurelio González Ovies
Tardes de cal viva
Voz: María García Esperón
Música: Nightnoise
Imágenes: AGO, José Manuel Lozano, Flickr
MMXI

viernes, 22 de julio de 2011

Lejanos agostos



Qué vergüenza decir que nuestros padres

trabajaban el campo,

cuando nos preguntaban de quién éramos hijos

y qué curso estudiábamos.

El pueblo se llenaba de vacíos veraneantes

con dinero

que nos daban galletas de marcas extranjeras

por jugar con sus niños, pálidos y amedrentados,

y enseñarles un árbol o una hormiga.

'Somos hijos, señora...

(Somos de esa mujer que canta,

del hombre que la sigue tirando de una mula,

ya ve cómo nos sabe el corazón a monte y tierra...)'.

viernes, 15 de julio de 2011

Tardes de veranu


Cuántes tardes de xunu nos casamos...


Nun yera más que dir hasta la presa,


xurar que nos queríamos; que nun s'acabaríen


nin los nuesos deseos nin aquel veranu.


Y un día, colos filos brillantes de munches telarañes


enrestré-y un aniellu. Ella esparcióse polen


pelos güeyos. Y yo zarré los míos.


Xunu. Mil novecientos setenta y tantos.


Tamos vivos los dos.


Pero nunca enxamás volvimos atopanos.



Voz: María García Esperón
Música: Yiruma
MMXI

sábado, 9 de julio de 2011

Soledades


Nace la soledad cuando, de espaldas al mundo, alcanzo lo que no distingo con la luz de la realidad, instalándome en situaciones sin síndrome de obediencia. Cuando sé que de todo lo que callo nada podría decirse de otra manera más que así, en solitario silencio de los signos, en apartada ausencia de objetos e imposiciones. Soledad que me aísla y me asoma a las asimetrías de lo incógnito, de donde surgen y considero los ambiguos proyectos del arte y las prefiguraciones de lo extraño, la extrañeza de lo común y la insignificancia de lo que nos espanta desde niños. Donde escucho vocablos desmedidos y resonancias catárquicas.

Necesito esa soledad que me permite querer a quienes así me aceptan y me respetan, con espacios donde me segrego del tú dominante, con propensión al egoísmo, e ingreso en mí mismo en busca de recursos que me rescatan de la sintaxis. Recorro aristas y desfiladeros de fiebre. Y entonces, soy y escribo y me agiganto: árbol toda la vida sobre la tierra pastor del páramo que rasga la escarcha con mastines de sombra no sueño apenas desde hace siglos para qué soñar mientras sobornan los jerarcas faro sobre la noche faro encendido para tan ingrato océano viento benévolo que no arrasas con todo desde que viento eres.

Esa soledad, como libertad pura, en la que se perciben riesgos de sobredosis, desprendimientos de los sentidos, pensamientos afines a la desaparición, pero también alivio, sosiego y tregua. Fuera del alcance de los atroces vasallajes, de las bridas tirantes de aquellos que entienden todo como una posesión, de las rozaduras de los yugos interesados o las llagas de la resignación y la obediencia. Solo, por voluntad y con el corazón insubordinado. Solo, sin dolor y con los espejismos de otras presencias posibles, de otras contingencias menos causales que la casualidad de un encuentro casual y una eterna costumbre.

No hablo de la soledad de los consorcios que carcome a oscuras dos cuerpos que se acompañan y se nutren y crecen de su carne, como un cáncer, ni de la que condena deseos, prohíbe comportamientos y asfixia con sus hilos invisibles más que la soga de los verdugos. Ni de la que imputa la insistente angustia de los contratos de permanencia, ni de la que se desprende de la simulada y altísima cifra de las sumisiones. Tampoco de la que inyecta falso afecto, por miedo, por comprensión, pero encubre venenosas mentiras y traiciones innecesarias.

De ésas huyo como el cachorro ingenuo que por instinto escapa de un sol insano. Ni digo tampoco de la que revienta encima de los seres como una explosión fatal y genera cuartos cerrados con aromas cordiales, aposentos apagados, recuerdos incurables para el resto de los años. A ésa renuncio mientras no sobrevenga.

Sino de la soledad fúlgida que me eleva y me transporta a la otra parte de lo factible, allí donde los límites de lo pactado se diluyen y me confieso y me equiparo al otro y percibo la razonable sinrazón del inculpado, las tretas poderosas de los acusadores, la sinceridad del mentiroso y las hábiles artimañas de los soberanos. De la que se posa en torno a mis dos ojos, que entonces acceden a lo que carece de candor y superficie, y desentrañan la sencillez de lo abstracto, la fragilidad de lo indestructible, la ligereza del sufrimiento y lo leve de la consistencia.

De la soledad que acaricio con los dedos, como un cabello adolescente que me excita. La que roza mis labios como con otros labios tiernos muy carnosos, como una droga exquisita que me prolonga y me aúna con lo infinito. De la soledad que no rechaza el amor pero exige tolerancia para que el amor se haga viable. De la contraria a la convivencia opresiva, la que nos une tan engañosamente y por la que acumulamos rencores y matamos. (La Nueva España, 18-02-09).

martes, 5 de julio de 2011

Caminos no trazados


Una ocasión es posiblemente
de las presencias más cortas.
La prontitud que media entre el ala y el vuelo,
la sensación que se hunde entre el suelo
y el paso.
La distancia sonora entre idea y palabra.

Sólo son de presente la ocasión y el relámpago.
Y adverbios muy puntuales que ocurren
enseguida.

Nada pueden los hombres todavía
sobre sus calendarios. Una ocasión
no ocupa luz ni espacio en una fecha.
Nada saben los hombres de su acontecimiento ni de su impronta.

Sucede como con el azul del mar o la explosión exacta
de cualquier primavera.

Existe sólo allí, entre su actualidad y un nombre solo,
como cualquier mirada de unos ojos,
como cualquier estrella de la noche.
Como cualquier instante de la noche.



Una realidad aparte
(C) Aurelio González Ovies
Marian Suárez
Cuadernos FÍBULA de Poesía
Avilés 2005

Voz: María García Esperón
MMXI

sábado, 2 de julio de 2011

Tras la inminencia de una huella llamada libertad




Tienes razón, Antonio, hay que ser muy hombre para soportar la belleza. Pero algo dices tú que no es humano. ¿Qué sientes en la boca si pronuncias? ¿Qué inyectas a tus ojos, cómo miran? ¿Con qué tocan tus manos?


Cuando nombras las cosas me inundan su volumen, su ácido y su jugo y su dulzura. Todo cambia desde los hospitales de tu ser hasta el espacio enorme de la tierra. Tu voz transforma el mundo. Pero no es una guerra ni tampoco un disparo. Es tu voz, tu voz intraducible como el idioma que no ha llegado a ser del todo todavía. Tu voz que no se pierde.


¿Cuánto sufres por una palabra hermosa? ¿De qué arbusto recoges tantos símbolos? ¿A qué sinagoga acuden las velas de tu espíritu? Si yo te preguntara por qué no somos nada, con qué vegetal responderías. Con qué veneno.


No has estado en la muerte y yo te creo. Dime quién eres antes de acercarte más a mi corazón. Porque tú comes la fugacidad. Porque tú das sueño con libros a los muertos. Porque tú habitas los enjambres. Tú telegrafías la luz. Tú redactas el tiempo y transcribes a mano las lunas llenas.


No has bajado a la muerte, pero te creo.


La vida tiene muerte.


Hay que ser muy hombre, Antonio.


Algo existe en tu nombre más inmenso que tú. Ése eres tú, Antonio, hombre. Hombre con Hombre de poeta.




Voz: María García Esperón
Música: Kitaro
MMXI

viernes, 1 de julio de 2011

Entre visillos


Mira detrás de la ventana. Ve el invierno.

Calla. Baja la vista y mira sus manos.
Les da vuelta. Calla.
Pasa suaves los dedos por el vaho.
Queda mirando. Calla. Baja los ojos.
Vuelve a su piel. Despacio, va
tocándose el rostro. La soledad detrás, sobre
las ascuas.
¿Qué habrá que duela más que la belleza?
¿Qué llevar de la vida?
¿Qué pájaros son esos?
¿La noche, así de pronto?


                                     La luz se apaga.

(C) Aurelio González Ovies
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMXI

Quiero inmortalizarte



Quiero inmortalizarte
sobre el manual del agua.
Atar tu voz a los pies de la lluvia.
Predecir la nostalgia que causarán tus ojos.
Quiero, sencillamente,
nombrarte en algún sitio
donde no acuda el tiempo.


(C) Aurelio González Ovies
En presente
Voz: María García Esperón
Música. Kitaro
MMXI