viernes, 19 de octubre de 2012

Noches de los setenta

Rememoración de nocturnidades invernales bajo el calor de la casa


Domingo de los setenta. Huele a invierno y a garbanzos. Hoy me levanto más tarde. Ya nos bañamos ayer, por si hoy se iba el agua. Con la pereza que da quitarse toda la ropa, colocarse en el barreño, enjabonarse, aclararse? Hace frío. Desayunamos torrijas y chocolate con leche. Nos lo trajeron al cuarto, pero con mucho cuidado, para no manchar las sábanas. Hay Catecismo a las once. Ojalá llueva y no pare. Ojalá no abran las llaves de la puerta de la iglesia. No me sé los sacramentos ni estudié el significado de la palabra esperanza. Estreno ropa de abrigo. Bueno, un pantalón que heredé y un jersey que hizo mi madre con lana de la que pica. Y una trenca de mi primo, forrada como con felpa, que me queda un poco larga.

Me desperté muchas veces. Ayer noche, marchó la luz muy temprano, por los truenos; y encendimos unas velas y lloré sin que me oyeran. Me parecía un diluvio universal como el otro, creí que el mundo acababa. Tuve miedo como siempre. Recé y recé sin parar padrenuestros, credos, salves. Y me tapé con la almohada. Ladraron mucho los perros, cayó un poste de la luz, la higuera quedó sin hojas y el viento se llevo tejas y las chapas de la cuadra. Menos mal que ya pasó. Aún no abrimos ni las puertas, para que aguante el calor. Cuando llueve, forran todas las rendijas con periódicos y mantas. Menos mal que ya paró. Con estos sustos me salen boqueras y sabañones. Siento cómo caen los techos. Seguro que hay muchos charcos y de camino a la misa haremos una guerra de paraguas.

Huele a casa y a cocido. Como a vida de verdad. Y claro, como es domingo, mi padre pone la funda y repara las cabinas y el motor de los camiones, llena el suelo de cotones de limpiarse tanta grasa. Latas por todos los lados, manchas de aceite, tornillos, tuercas, cables y bujías, llaves inglesas. ¡Uf!. Es lo que menos me gusta: tener que andar recogiendo lo que quita y va tirando, lo que no sirve de nada. Casi prefiero los lunes, aunque haya que ir a la escuela. O los martes, aunque me toque descañar los eucaliptos. O el jueves, por más que tenga que memorizar la tabla.

Dormí muy poco esta noche. Me da vergüenza decirlo, pero cuando está muy frío y la cocina se apaga, salen de las carboneras gorgojos y cucarachas.

(La Nueva España, 18-10.2012)