sábado, 30 de octubre de 2010

Luz Ovies Quirós. Responso


Luz Ovies Quirós.
RESPONSO
Si no te llegan mis flores, al menos sí el aroma de estas palabras.

Que estés en el cielo mejor que en la tierra, rodeada de luz y jardines amplios y un balcón de nubes desde donde puedas asomarte y vernos. Ojalá así sea. Que sigas soñando, si soñáis los muertos, con que llegue el día de que estemos juntos, como tú decías, muy tarde, muy tarde, pero para siempre, para nunca más ser ya separados. Ojalá así sea. Y que mientras tanto, mientras nos esperas, seas silbo o hálito o pétalo mismo, halles la salud que no disfrutaste. Ojalá así sea.

Que estés donde estés, con todo lo tuyo, cenizas o huesos, o halo de alma, sientas el descanso y la paz eterna. Y encuentres espacios en los que te inunden briznas de ternura, ráfagas de amor, bálsamo de hijos. Ojalá así sea. Que todo conozca, sea fuego o aire, ilusión o atmósfera, tu benevolencia y ocupes el ángulo que me señalabas en noches oscuras: "mira, mira aquella estrella". Cuántas veces salgo a la noche oscura, cuántas noches miro su oscura presencia, cuántas días percibo un fulgor distinto. Y es porque te siento, porque me titilas desde el firmamento. Eso es lo que creo y lo que me sustenta. Ojalá así sea.

Que hayas abrazado, seas lo que seas, esencia de humo, fracción de paisaje, a todos los tuyos que se fueron antes, a tu tierna madre, a tu padre joven, a tu hermano único, a tus tías guardianas. Ojalá así sea. Y que hayáis hablado, seáis soplo o lluvia o danza muy leve de la grácil nieve, del porvenir todo que no fue posible, de todas las décadas que quedaron huérfanas. Y que estéis unidos, seáis frío o éter, y no conozcáis zonas infelices. Y observéis las vigas de la casa antigua, apoyando olvidos y nombres ausentes. Ojalá así sea.

Ojalá así sea, Luz de mi camino, y no haya en tu entorno más que cielo limpio, superficie blanda, infinitud frágil donde te permitan, seas lo que fueres, rocío o neblina, seguir cultivando tu corazón manso, tus setos de hortensias. Coger los pomelos que ya estén maduros. Podar los rosales que dejaste a medias. Ojalá así sea.
Por aquí las cosas no han cambiado a penas, y la vida sigue más vacía sin ti. Bueno, han crecido un poco el magnolio, el tejo, y están muy altas todas las camelias. Lo sabes. Sospecho que bajas, riegas los recuerdos y nos merodeas. Ojalá así sea.

viernes, 29 de octubre de 2010

Siempre traían sombrilla



SIEMPRE traían sombrilla

y maletas y perchas y los coches

muy limpios.

Veraneantes puntuales como junio.

Entraban en la casa, abrían

los balcones,

sacudían las colchas

y enseguida se iban a tomar el vermú

con un aperitivo

-qué palabras más raras-

y a jugar al parchís, a la sombra,

debajo de la parra.

Los muchachos comían, ansiosos,

gran parte de los días

en mi casa,

preguntando por qué había tanta fruta

en nuestra mesa

y potas con comida,

si mi padre era un simple

conductor

del camión de la basura.

-Y a mí qué me importaba!-

A finales de agosto,

a mi madre le daban muchas veces

las gracias.

Un año me dejaron el pájaro

y la jaula.

El pueblo oscurecía muy temprano

y caía la lluvia.

Desprendía su humo la tristeza.

Calor. Tierra mojada.

Al alejarse, las bacas de los coches

apiladas de bultos y de magia.


Me quedaba el invierno.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Luz Ovies Quirós

Luz Ovies Quirós.
RESPONSO
Si no te llegan mis flores, al menos sí el aroma de estas palabras.

Que estés en el cielo mejor que en la tierra, rodeada de luz y jardines amplios y un balcón de nubes desde donde puedas asomarte y vernos. Ojalá así sea. Que sigas soñando, si soñáis los muertos, con que llegue el día de que estemos juntos, como tú decías, muy tarde, muy tarde, pero para siempre, para nunca más ser ya separados. Ojalá así sea. Y que mientras tanto, mientras nos esperas, seas silbo o hálito o pétalo mismo, halles la salud que no disfrutaste. Ojalá así sea.
Que estés donde estés, con todo lo tuyo, cenizas o huesos, o halo de alma, sientas el descanso y la paz eterna. Y encuentres espacios en los que te inunden briznas de ternura, ráfagas de amor, bálsamo de hijos. Ojalá así sea. Que todo conozca, sea fuego o aire, ilusión o atmósfera, tu benevolencia y ocupes el ángulo que me señalabas en noches oscuras: “mira, mira aquella estrella”. Cuántas veces salgo a la noche oscura, cuántas noches miro su oscura presencia, cuántas días percibo un fulgor distinto. Y es porque te siento, porque me titilas desde el firmamento. Eso es lo que creo y lo que me sustenta. Ojalá así sea.
Que hayas abrazado, seas lo que seas, esencia de humo, fracción de paisaje, a todos los tuyos que se fueron antes, a tu tierna madre, a tu padre joven, a tu hermano único, a tus tías guardianas. Ojalá así sea. Y que hayáis hablado, seáis soplo o lluvia o danza muy leve de la grácil nieve, del porvenir todo que no fue posible, de todas las décadas que quedaron huérfanas. Y que estéis unidos, seáis frío o éter, y no conozcáis zonas infelices. Y observéis las vigas de la casa antigua, apoyando olvidos y nombres ausentes. Ojalá así sea.
Ojalá así sea, Luz de mi camino, y no haya en tu entorno más que cielo limpio, superficie blanda, infinitud frágil donde te permitan, seas lo que fueres, rocío o neblina, seguir cultivando tu corazón manso, tus setos de hortensias. Coger los pomelos que ya estén maduros. Podar los rosales que dejaste a medias. Ojalá así sea.
Por aquí las cosas no han cambiado a penas, y la vida sigue más vacía sin ti. Bueno, han crecido un poco el magnolio, el tejo, y están muy altas todas las camelias. Lo sabes. Sospecho que bajas, riegas los recuerdos y nos merodeas. Ojalá así sea.



La Nueva España (27/10/2010)

La Nueva España (27/10/2010)

lunes, 25 de octubre de 2010

Escurecer



Son les siete la tarde. Ya teníen qu'afumar
les chimenees. Los sabugos
pelaos y murnios. La xelada espolvoriando
el so ritu platiáu sobre les teyes. Asómome
a la vida y empáñaseme lálma.

Nun hai naide nes cuadres.
Nun hai naide. Les siete.

Casi tolos espacios apuntalen vaciu.
Casi toles ventanes tan ensin encendese.

viernes, 22 de octubre de 2010

En las tardes de agosto



Vengo del Norte XI

EN las tardes de agosto te llevaré a las grutas
donde el fresco gotea como los condenados.
Serás dichosa aquí,
alta como los pinos, desplomada
como los tejos.
Sangrarás todos los meses por la palabra hembra,
beberás la mentira de las generaciones,
encontrarás la hierba que intoxica la angustia,
manarás de ti misma la venganza.

Serás feliz aquí,
noble como la higuera, furibunda como los rayos
y verás a los tuyos cada vez que haya bruma.
Yo te levantaré molinos con los brazos
de quienes suplicaron decirte eternamente
adiós desde lejos;
yo te dibujaré los planos del olvido,
el camino redondo donde giran los muertos,
la muralla de gritos donde da vuelta el tiempo.

Tendrás las manos siempre abiertas
como el día,
los ojos encendidos como una primavera.
Serás feliz aquí, te lo prometo.
Os prometo a vosotros que ella no cesará
de labrar vuestras tierras de sueño
y conquistar las mieses en que dora el destino.

jueves, 21 de octubre de 2010

Oda a mi madre


Cómo voy a negarte
la sencillez azul de alguna tarde,
las palomas que vienen a este árbol
a mirar cómo cantas;
cómo voy a olvidarte,
a no quererte,
si me enseñaste a dividir por cuatro cifras
sobre un papel de estraza;
¡qué fácil resultó
con, solamente
ver tus dedos
sumándose a los míos!
¿Crees que podría decirte
que ya no me apeteces,
que ya no tengo tiempo para hablarte?
si me enseñaste todos los nombres
de la vida,
todas las capitales
girando sobre océanos
todos los territorios
sembrados con sus razas:
¡qué hermosa caminaba
tu mano sobre el mapa!
Cómo voy a gritarte
cuando no te sujetes,
cuando no haya equilibrio
más allá de tus labios,
si la primer imagen
de la tierra,
la vi desde los alpes de tu cuello,
la hablé cogiendo un trozo
de tu habla;
¡qué dulce me cayó
la eme que recuerdo
de tu primer palabra!
Cómo voy a dejarte,
¿crees que podría perderte?
Cómo voy a olvidarte.

viernes, 15 de octubre de 2010

La víspera


Convendría dejar las luces encendidas, apagar los rencores, revisar los fogones, desconectar nostalgias, obstruir pesadumbres, grifos y soledades; y dirigirse al mundo como si nada, mirar al cielo y observar el paisaje apoyado en la noche, conscientes de que entramos en la víspera. Dedicar al teléfono unos minutos, llamar muy sutilmente, sin indicios ni datos, a aquéllos que merecen un mínimo respeto, toda nuestra confianza o esa dulce palabra que, lloraría siempre, de no ser dicha un día. Confesar cuánto han sido, cuánto han significado, rememorar momentos incomparables, contextos irrepetibles. No estaría de más abrazarse a los muebles, acariciar los libros que nos acompañaron, romper fotografías y postales, borrar lo que se escribe al borde de los versos, rasgar lo que se guarda entre sus páginas. Sería bueno también reponer la comida de los gatos y haberle dado al perro el hueso que le gusta y agradecerle, hablarle de lo hermosa y desprendida que fue su compañía.

Aconsejable y justo no dar cuerda al reloj, soltar el viejo cuco y clavar las agujas en los ojos del tiempo; vaciar almanaques y estanterías, limpiar huellas de fechas y manillas, dejar hecha la cama, recoger nombres propios, músicas muy íntimas, cajones y proyectos; regar plantas, recuerdos, deseos secos, emociones marchitas entre los diccionarios.

Oportuno, asimismo, colocar una flor frente a un portarretratos, descolgar lo que a veces oyeron las paredes, doblar entre las sábanas el aroma de un cuerpo, la magia de un encuentro. Comprobar que las puertas van a quedar abiertas, que no hay cuentas pendientes ni citas prorrogadas ni promesas en vano; vestirse con la ropa más ligera, oler el pan, destruir los contactos, tachar las direcciones; retornar a la infancia, tumbarse a la sombra de los años felices, recuperar ausencias, reconstruir los rostros de los muertos, preguntar qué posición es la más placentera. Tirar la llave al mar, sacudirse los miedos, anular los pasos y no retroceder, jamás mirar atrás. (La Voz de Asturias, 17-05-08).

miércoles, 13 de octubre de 2010

Bañugues, tierra de mar


Onde termina la mar, onde emprincipia la cornisa, onde rompen toles foles del Cantábricu y ronca nel inviernu la furia de la galerna. Onde muerre la intemperie. Onde vive'l mio corazón dende que late. Onde s'escuenden les bocamines y los horros tán llevantaos, espurríos, como mirando, como a la espera. Onde'l narbasu y les palanques de yerba seco y la llabranza dispidiéronse pa siempre. Onde vociaben les muyeres al escurecer dende la Riba. Onde les rebolles y los artos fueron zarrando munches direiciones. Onde llegaben los restos de tolos naufraxios. Onde nací y a onde, más tarde o más ceo, volveré: Bañugues. (La Nueva España, Nueva Quintana, 22 de enero 2007)




(AGO. Peñas y La Gaviera.Desde Sabugo. 28-07-10. Tardes de cal viva)

martes, 12 de octubre de 2010

Cuanto espero


Cuanto espero del mundu, téngolo yá nes manos.
De la fe, les veletes de xelu sol cielu azul de xunu.
Del amor, el primer fogonazu y la certera bala.
De la nueche, la estrella cola que mio ma llee
de nueche los mios versos.

Del silenciu, sos güeyos.

Del iviernu, sos páxaros.

domingo, 10 de octubre de 2010

Qué solos y tristes se quedan los pueblos

miércoles, 6 de octubre de 2010

Oda a mi madre



Cómo voy a negarte
la sencillez azul de alguna tarde,
las palomas que vienen a este árbol
a mirar cómo cantas;
cómo voy a olvidarte,
a no quererte,
si me enseñaste a dividir por cuatro cifras
sobre un papel de estraza;
¡qué fácil resultó
con, solamente
ver tus dedos
sumándose a los míos!
¿Crees que podría decirte
que ya no me apeteces,
que ya no tengo tiempo para hablarte?
si me enseñaste todos los nombres
de la vida,
todas las capitales
girando sobre océanos
todos los territorios
sembrados con sus razas:
¡qué hermosa caminaba
tu mano sobre el mapa!
Cómo voy a gritarte
cuando no te sujetes,
cuando no haya equilibrio
más allá de tus labios,
si la primer imagen
de la tierra,
la vi desde los alpes de tu cuello,
la hablé cogiendo un trozo
de tu habla;
¡qué dulce me cayó
la eme que recuerdo
de tu primer palabra!
Cómo voy a dejarte,
¿crees que podría perderte?
Cómo voy a olvidarte.


Voz: Alejandra Moglia

Santa paciencia



Tierra, si algún día levantaras tu resignada superficie, si pudieras erguir tu espacio horizontal y dócil, mirarte desde lo alto de la luz, desde los pozos del infinito, apenas te reconocerías. Buscarías la cerrazón del bosque, la esbeltez de tus cumbres, la dirección de los caminos, el perfil de la vida, el lomo de tus páramos. Reclamarías el recorrido de los ríos, la profundidad de los abismos, las estancias y pastos del verano. Preguntarías por los enjambres y los lirios, por pomares y charcas, por sus frágiles juncos, por laderas y vegas donde bebían abril algunos gansos. Llorarías sobre los elevados taludes, sobre despeñaderos y barrancos, sobre la tierra de tu sangre, allá por donde el trigo refulgía, y brotaban las viñas y la espelta. Te abrazarías, abatida, al antiguo esqueleto de los espantapájaros.

Qué sagrados pulmones, aire, qué invulnerables conductos, qué obstinación y qué entereza. Qué lealtad, a pesar de la estela de las naves, del veneno de los experimentos, de los ácidos de los satélites, de la cerviz oscura y vanidosa de tantas chimeneas. Qué voluntad más firme la gratuidad de tránsito para aves y sol por tus dominios, la de tu generosa transparencia. Qué extensa tu humildad ante nuestros escarnios y nuestra tóxica codicia. Qué asombroso tu derroche para nuestros ultrajes y nuestra absoluta dependencia.

Sea el secreto de tus manos, agua, fuente de sed eterna, deseo de tu frescura en nuestra piel, placer tu suavidad en mi garganta. Nunca nos des del todo la saciedad de tu mineral jugo, de tu estirpe corriente y abundante, tan sólidamente necesaria. Nunca, no lo hagas nunca; déjanos siempre sequedad en los labios, hambre de tu derretimiento, avidez de tus brazos, apetencia de tus cántaros lustrosos y de tus presurosas cataratas. Ocupe tu personalidad la lluvia hermosa, caigan tus menstruaciones sobre los pueblos últimos, en las aldeas sin cauce de poder desmedido, bañe tu bendita presencia las cuencas de sus ojos, despéñense por tus cañadas sus legañas.

Fuego, sigue prendiendo. Purifica los daños con tus lenguas indómitas y tus cobras azules. Elévate con furia en las noches cerradas, danza vehemente con tus fauces de fiebre, cauteriza la faz del firmamento, inflama tu superioridad. Nadie diseccione tu fibra ni usurpe el calor imprescindible de tu simiente.

Amedrentadnos, de vez en vez, sin infortunios, con la escasez, con vuestra doblegada hegemonía, vuestra bravura al límite, incandescente. (La Nueva España, 24-02-10).

lunes, 4 de octubre de 2010

Rosa in memóriam



Rosa:

no sé cómo escucháis los muertos las palabras,

no sé con qué lenguaje expresar tanta ausencia;

pero sé que me escuchas y que nos acompañas.

Sé que un alma tan noble deja parte de sí

sobre la tierra, en sus seres queridos,

y otra parte se posa en un lugar sublime, al norte

de los sueños hermosos de la infancia.

Allí estarás ahora, discreta como siempre,

con tu gesto de amor, junto al viejo manzano,

podándonos el frío de este verano incierto,

regando la tristeza de tus plantas.

Espéranos muy cerca del último camino

que recorriste firme y resignada.

Espéranos al lado de nuestra casa nueva,

donde otra vez seremos los mismos que hemos sido

y no volverán ya a separarnos nunca

ni el tiempo ni el dolor ni la desesperanza;

desde donde nos veas extenderte los brazos,

y nos sientas llegar, con el destino a cuestas,

tu baúl de recuerdos y tu ramo de vida inacabada.

Espéranos, con la luz encendida, por si fuera de noche,

con tu sonrisa fresca, por si acaso es al alba.

Desde que ya no estás, nuestra ilusión más grande

es reencontrarte un día, al principio de todo

o al final de la nada.

Pero espéranos, Rosa. Mientras tanto,

descansa.

(Lugo. Paradela. 2008)

sábado, 2 de octubre de 2010

Las madreselvas tienen vuestro mismo carácter


Vengo del Norte
X

LAS madreselvas tienen vuestro mismo carácter,
vuestra misma bondad al trepar los abrazos,
vuestro mismo dialecto de palabras en ruinas.

Hay algo aquí parecido a la muerte,
tal vez esa nostalgia de sospechar que estamos
muy lejos de nosotros,
acaso ese susurro de los remordimientos,
quizá esa triste luna que ya no tiene pelo.

Vuestros cuerpos evocan la gran soberanía
de los que saben poco,
de los que no conocen más que aquello que tienen,
de los que dan la vida por amor a los suyos.
He venido a compraros la libertad del pájaro,
el alcance del águila;
he venido a poneros en hora los cuclillos,
a subiros los árboles casi cien años,
a humedecer la tierra con que engañáis el hambre.

Vengo del Norte,
del érase una vez del cuento de la vida,
de la paciencia mineral de la montaña,
del nerviosismo transparente de las libélulas,
de los bueyes que tiran del esfuerzo.

Ella viene cantando una canción de amor
que cantaba su madre,
habla de una muchacha que recibe gardenias. Vengo
del Norte
como la duda, como el conjuro.
Vengo del Norte como la orientación de las madreselvas.

Me envían los alquimistas de la brea,
la política de los castaños,
los cabreros del alba,
los números silvestres.

Os traigo vino dulce y pan de higo
y una puesta de sol y unas gaviotas.

Hay algo aquí parecido al olor del infinito.