lunes, 28 de febrero de 2011

Ritual


Y que jamás revelen
dónde hiberna el verano,
ni tu maternidad, humilde
primavera. Que nunca
se descubra de qué estás hecho, barro,
que jamás se desvele la estructura del frío,
del abismo, la luz
ni la madera.

Que no sea preciso intervenir el humo,
ni anestesiar el tiempo, ni la quimioterapia
en tu estatura, piedra.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Frío febrero


Y cuando me di cuenta ella ya se marchaba. Qué rápido este mundo, qué vida más extraña. Yo nací por febrero, una tarde, un domingo, a la hora del cine. Siempre dice mi padre que saltó de alegría, pero que le trunqué la mejor «vaquerada». Hacía mucho frío, al parecer, y tormenta a menudo y humedad en los cuartos que filtraba en paredes y calaba en las sábanas. Llegué hacia las ocho, con la ayuda de Amable, la partera del pueblo, generosa y dispuesta; y nací en nuestra casa.

Y por eso en febrero, resurjo muchas veces, tras el invierno tardo que me gusta y me rae, mas me mustia y me apaga. En febrero ya hay brotes en los viejos sabugos y luz nueva en las tardes, pertinaz y alargada. Y me huele al calor de la leña en el fuego y al aceite caliente de freír los buñuelos de dulce y calabaza. Febrero es un mes gélido por fuera solamente, pues en todas sus grutas crepitan el fervor de recuerdos hermosos y braseros ocultos bajo la soledad de sus metáforas. Febrero es un mes corto, pero de extensos riegos de frutos venideros y mies prometedora y esperanza.

Y cuando abrí los ojos, ella estaba a mi lado, sonriendo y tapándome en un serón antiguo con las mantas de lana. La veía mayor, casi siempre de luto, muy triste casi siempre, derramando cariño, pero como angustiada. La percibía más vieja entonces que más tarde, cuando crecí y la vi un poco más contenta, pero con un dolor que nunca confesaba, como si conociera que la dicha es tan breve y engañosa que ni siquiera hay tiempo de expresarla. Como aguardando un nuevo hachazo, como temiendo a diario un desengaño, como auspiciando pronto otra patada.

Y por eso en febrero me encierro en mi silencio y rebusco en las arcas de sus fechas sagradas. En febrero me cuesta asomarme a los años y observar que detrás apenas hay presencias, ni huellas ni camino. No permanece nada. Y admitir que el ahora es parecido al ya, a un final repentino, a una muy falsa alarma. Y aceptar que el después es un espacio en blanco, como un feudo vacío posiblemente nuestro, como una heredad nunca adquirida del todo, como una eterna estafa.

Yo nací por febrero, un mes como una deuda. Por eso ahora quisiera tocarla y protegerla y amarla y abrazarla.



(C) Aurelio González Ovies
La Nueva España, 23 febrero, 2011
Voz: María García Esperón
Música: L. Einaudi
MMXI

domingo, 20 de febrero de 2011

No sólo en noviembre


No voy a ir al cementerio, madre, en ese día en que hay tantos vivos mirando a tantos vivos al lado de los muertos, con la excusa de los muertos. Te he dejado unas flores el domingo pasado y un beso, como siempre, desde cerca o desde lejos, barbando en agua. No voy a ir, como tú tampoco lo hacías, a dejarme ver, a fingir composturas, a respetar los ritos, a rezar lo que no creo, a efectuar el trámite y pasar el mal trago de tener que cumplir con quien no me apetece, saludar a desgana, explicar que estoy vivo y qué es de mí a los que no se acercan ni te conocen más que en esa mañana de los muertos. No me gusta pisar el cementerio, a no ser cuando, de tarde en tarde, me acechan dudas.

Mi memoria acude a ti a cada instante, mi corazón está lleno de ti. Tú sigues siendo mi madre, porque yo soy hijo tuyo, porque surgí de ti, de la carne de tu carne, de las profundidades de tu ser. Tú sigues siendo mi rosa de los vientos, mi nombre sobre todos los nombres. Mi poesía te busca, te llama en cada verso, te eleva en cada ritmo. Mi palabra, con hebras de tu Luz, enciende las metáforas en que escondo la ausencia, alumbra los poemas en que vacío el dolor. Estás en cada verso, en cada línea, en cada espacio en blanco de mis páginas, en cada página en blanco de las que han de venir.

Estás, por más que te hayas ido. Existes, por mucho que te hayamos tabicado. Y sé que aún escuchas el canto de los pájaros y cómo brama en noches la furia de la mar y el brío del nordeste entre los eucaliptos y la sirena ronca de Peñas en la niebla. Percibo que vas siempre al lado mío, caminando conmigo, diciéndome que sí a lo que te comento, diciéndome que ánimo con lo que me propongo.

Percibo que me miras con los ojos cerrados y compartes conmigo los tonos del otoño, las hojas acabadas, la belleza escondida de todo lo que tú me enseñaste a captar, incluso en la tristeza. Aprecio que estás tú detrás de cada puesta de sol, apuntalando el púrpura; detrás de cada flor, filtrando suavidad, sobre los aguaceros, perfilando la lluvia.

A ti te he dedicado las horas más felices de mi vida, los recuerdos más gratos, los libros que mereces. De ti hablo sin tregua y te comparo con el calor en medio del invierno, con el agua más fresca en épocas de sed. Hablo de tu benevolencia y tu capacidad de mansión con las puertas abiertas de par en par. De cuando me esperabas con la luz encendida, incansable y cansada, dormida en una silla en la cocina. De cuando me dejabas, tapadas con un plato, un plato de rosquillas o los higos más tiernos. De cuando me escribías en un papel recetas o marcabas en cajas de pastillas y en frascos de jarabe cuántas tomas.

Hablo sencillamente de tus sencillas cosas: de aquellas dos agujas con un poco de hilo, clavadas en la faldilla de los almanaques. De aquellos imperdibles que tanto te gustaba traer en el mandil. De cuando me peinabas y me echabas aceite en los labios «ariados» y marchaba a la escuela y te decía adiós desde la última curva. Hablo de tu sencillez, de tu nobleza. De aquella inmensidad y aquel sosiego que transmitías a quien se te acercaba. De la serenidad que desprendías. Del afecto y la fe que desbordabas. De aquella comprensión con la que interpretabas el mundo y sus errores, la humanidad y sus maneras, el tiempo y sus adversidades.

Doy a la tierra gracias por haberte tenido entre los brazos como ella te retiene ahora en sus entrañas. Gracias al amor por haberte creado a su imagen. Gracias a la humildad por haberte elegido su más diáfano ejemplo. Gracias a la realidad de tantos sueños en los que me apareces y sonríes, me colocas los cuellos, me acaricias el pelo y, con aquel gesto tuyo de paciencia, me besas y susurras que siga descansando, que tienes que volver, que debes irte. Madre, gracias.



(C) Aurelio González Ovies
La Nueva España, 22 octubre 2008
Voz: María García Esperón
Música: Nightnoise. Bleu
MMXI

lunes, 14 de febrero de 2011

Deseos paganos


Poemas que filtren en la rutina y nos originen sensaciones misteriosas y deseos paganos. Versos anchurosos que enfurezcan al déspota y lo entristezcan hasta su fin irreparable. Versos sanadores que abran como la luz de la mañana de un día hermosísimo y nos draguen hasta el más recóndito de los remordimientos y nos impidan caer en las garras del pesimismo y la consternación. Poemas impresos en los ágiles lomos de la brisa y en las certeras jabalinas del eco reverberante.

Versos que revienten como una presa colérica y arrasen las trabas y las plantaciones de cábalas y contrabandos, donde han enraizado la tribulación y la orfandad; y salpiquen la superficie del mundo con su verdad necesaria y su generosidad de primavera. Poemas sencillos como la piel de una madre y el talle de la espiga, que nos prenden desde su naturalidad y su bonanza y nos orienten para siempre hacia la luz y la travesía de la lealtad. Versos en concordancia con la lluvia, que calen en la sed y desmientan la forzosa sequía y sus rentables extensiones.

Versos con vegas para asentar la mejor parte de nuestras vidas, los días más deliciosos de la infancia, lejos de la contrariedad y la disensión, donde nos sea suficiente el arroyo que se despeña sin tregua, la sombra inestimable de algún roble copudo y la munificencia de la tierra, bordeada de clima y pájaros y nubes quebradizas que nunca han de volver. Poemas con lo que hemos olvidado desde que ya no estamos a solas con nosotros. Con lo que nunca hubiéramos confesado de no ser por la tarde aquella en la que me hundí en tus ojos y arribé en los parajes del amor.

Versos para enmudecer y obstruir las cavidades de la falsedad, para suplantar la lasitud y la reprensión. Poemas cría en los campanarios de la voz, en las altas techumbres de febrero, para que no concluyan jamás la alada estirpe de la libertad ni la erguida curiosidad. Poemas imperecederos, como el incesante oleaje de Odiseo, como la armónica cadencia de las cítaras, como las huellas suaves de Nausícaa, como la silenciosa espera de las islas o los rasgos sonoros de la Eneida. Versos, apartados del miedo y de la muerte y de los seres ignominiosos, que no merecen ser mirados ni oídos ni amparados por su sangre asesina e insaciable. Poemas para la vida, desde que nace hasta que se extingue inexorable y débil.

La Nueva España, 9 febrero 2011.

martes, 8 de febrero de 2011

Palabras-Regalo de Asunción Carracedo

Palabras-regalo: un guiño poético a un poeta cargado de "infancias", "memoria" y "HUMANIDAD" de los pies a la cabeza.
Atrapada por la belleza de sus poemas, colgada de muchas de sus palabras, dejé volar mis manos al compás de mi corazón para escribir "este torpe" guiño en forma de regalo de cumpleaños, envuelto en un cálido abrazo de papel.




A imagen del silencio
hundo mis manos
en las estaciones
de tus versos
y
en el borde de los labios,
rumor de viento
tan cerca del cielo,
tus verbos conjugados
A imagen del silencio
tantos recuerdos
nombrados
se hacen
 ecos callados
temblor y aleteo
anidando en el pecho

A imagen del silencio
tus palabras desnudas
lenta y pausadamente 
miran de frente
despojadas de sus vestidos
atravesando espejos
abriendo espacios y
tiempos...
y
se mudan infinitamente libres
en la cárcel de los días

A imagen del silencio
un nuevo poema
"espera" ser nacido
en la Tierra
de los deseos
y
poco a poco,
pero siempre,
para siempre
y
con constancia
enseñarnos a amar
dejando huella
en cada una de sus letras


texto y voz : Asunción Carracedo
música: Nightnoise
imágenes: "Rita" y Asunción 

Desde mi rincón de León
                                       ....felicidades Aurelio
A.C.G.

jueves, 3 de febrero de 2011

Lejos de nosotros


Lejos de nosotros hablarán de ti
tras los días grises.
Hablarán, mientras caiga la lluvia,
de tus ojos dibujados en griego,
de nuestra vida juntos al norte del pecado,
de tu cintura blanda como un banco de niebla.
Leerán el poema que siempre quise hacerte
y te sospecharán al modo de las diosas
de piel tostada que existieron
en las afueras de la tierra.
Lejos de nosotros, cuando la lluvia caiga
en nuestros nombres, sabrán que hemos estado.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Para escribirte a ti


Para escribirte a ti
no necesito guerras,
ni ausencias, ni recuerdos.
Solamente creer que
es mentira el pasado,
mentira
como los reyes magos, como la vida eterna.
Quédate aquí una vida,
conviértete en estatua
de mi cuarto
y te daré mis versos
y te pondré en las manos pétalos de poemas.
Para escribirte a ti
no pido más que un libro
con tu presencia para hacer mi palabra.

Hace ya mucha historia
no creo sino en ti.

Calcetín





Llevo un calcetín

con un agujero
y no sabes cuánto,
cuánto lo agradezco,
pues tengo algún dedo
que es un protestón
y me dice a diario
que quiere un balcón.
- Pues ahora asómate,
cada vez que quieras,
que le pedí a mami
que no lo cosiera.
(Menos mal que sólo
usamos dos pies...
¡Cuántos caprichosos
habrá en un ciempiés...!)



(C) Aurelio González Ovies
Poemas desde el Faro
Voz: María García Esperón
Música: Faun (Karuna)
2011