domingo, 30 de diciembre de 2012

ENSAYO DE RECETA

Abundante bondad,
mucha benevolencia,
una casa tranquila,
una agradable mesa.


Una vela encendida,
una emoción intensa,
unas miradas limpias.
Salud como promesa.


Amor como noticia.
Algún amigo cerca.
Paz en el día a día.
Un ensueño en reserva.


Son, ¡ay...!, tantas delicias
en solo una receta…
Tan pocas utopías
para una vida entera…


¡Ojala nos llovieran
bienestar y alegría.
¡Sería una riqueza,
somos gente sencilla...!


Feliz 2013

© Aurelio González Ovies
Fuente: Con la luz de mi cocina

miércoles, 19 de diciembre de 2012

De los días hermosos

La emoción familiar en las fechas navideñas



Mi madre nos ha dicho que mañana es el día. Y nos ha prometido ir a buscar el pino. Huele toda la casa como nieve muy dulce, como a libro de cuentos, como a luz entrañable, no sé cómo explicarlo, a algo así, parecido. Pero bueno, eso exige que nos portemos bien. Que no hagamos trastadas ni discutamos mucho ni escribamos torcido. Que no gastemos luz a lo tonto, en la cama, y nada de protestas ni trastadas ni voces, que esta semana ya «sufrimos» un castigo. Porque partimos nueces entre el marco y la puerta. Y saltó la pintura. Y rascamos la espalda contra las esquineras del pasillo.

La caja está guardada encima de un armario. Y cada adorno envuelto en papel de periódico. Las bolas de cristal, como rompen muy fácil, las dejamos arriba, entre el espumillón y una piel de conejo donde se acuesta el Niño. A mi madre le gusta desenvolverlo todo con paciencia y cuidado, porque todos los años nos parte una campana, un ángel, un tambor o un farolillo. Y nos comenta siempre cuándo compró las cosas, en qué tienda, a qué precio, y por qué a cada una le guarda algún cariño. Acaricia la estrella, limpia la picarota, le da un beso a Jesús y le fija y le limpia la aureola. Y después se le quedan las escamas brillantes por la cara y nos reímos de ella -qué simpática está- y no se lo decimos.

Y leemos postales de otras Navidades, nos las mandan parientes que se fueron muy lejos y nos desean paz y salud y una vida llena de amor y éxitos. Y se emociona un poco y suspira y nos dice que nada, que se fatiga algo, que no fue más que un hipo. Y forramos un tiesto con plata, o un caldero, y colocamos recto el árbol con las luces y le vamos colgando las piñas que pintamos, las lágrimas radiantes, el trineo y los renos, cerezas y guirnaldas, regalos precintados con lazos llamativos.

Es de los días hermosos; los nervios nos asaltan desde por la mañana. Y en la radio no paran de poner villancicos. El comedor encierra un aroma a resina y salimos afuera para ver cómo alumbran estas nuevas bombillas que se encienden y apagan, qué bonitas se ven detrás de los visillos. Y esperamos ansiosos esas noches tan largas en que cenamos todos con cara de alegría, con plenitud total y mi padre nos parte el turrón tan durísimo con cuchillo y martillo.

(La Nueva España, 19-12-2012)

lunes, 10 de diciembre de 2012

Con ojos muy distintos

Reflexiones que surgen con el frío de diciembre



Diciembre con sus cumbres. La vida con sus ocres. ¡Qué altas hoy las nubes; qué sonoros los cuervos; qué gélida la luz, qué solemnes los montes! Hace años miraba con ojos muy distintos estas mismas estampas, estos pinos esbeltos, estas tierras calladas, la vejez de estos robles. Hace tiempo veía la hondura de los charcos, el lento amanecer, el candor del rocío y no pensaba más que en profanar su escarcha, cruzar sus paraísos, beber de sus licores. No apreciaba sino belleza inabarcable, libertad en esencia, avidez de vivir en todos los espacios, con el asombro intacto, con los brazos abiertos, sin temor ni reparo, sin pensar en mañana ni el poco pasado que concierne a los muertos ni en el corto intervalo que acaece a los hombres.

Diciembre. Soledad. ¡Cómo ha cambiado todo! Contemplo una bandada de frágiles gorriones. Recorro la memoria mientras el cielo escampa. No encuentro en el camino más que signos certeros de lo que ya sospecho, armazones de alas, ocasiones inhóspitas como fiebre invencible, como sueños insomnes. Recorro las fronteras de la realidad, me adentro en sus contornos, rastreo sus rincones: no se oyen más que el eco y la humedad. Estas son las jornadas que me duele escuchar, que evoco, pero duelen. No intuyo más que el humo y la piel de la mar. Son estos los crepúsculos que menos me atestiguan y que más me corroen. Frente a mí el faro erguido, que jamás partirá, las desiguales rocas, que tan poco envejecen, el horizonte que, hoy, se intuye a duras penas. Las olas que amontonan basuras entre el ocle.

No me oigo ni a mí mismo, ni me quiero atender ni ansío que me escuchen (qué egoísta, qué yoico, qué simplemente simple, tal vez, piensen algunos). Pero este estado es el que más me complace, el que menos me pesa -muchas veces y nunca-, el que más significa, el que algo me supone: pasan largas horas y no hablo de nada, no me mido con nadie, pienso en nada y soy algo, un ser aletargado, un muy lejos, muy cerca, un ser que se respeta aunque no se conoce.

Un no sé qué que pide a gritos que le amen, un no sé quién que no ama por miedo a que le odien. Diciembre, ¡qué contraste! Yo me acuerdo de ti desde que éramos niños, desde que combatíamos con deseos y carámbanos. Pero nada es lo mismo. Sólo quedan los nombres.

(La Nueva España, 9-12-2012)

jueves, 6 de diciembre de 2012

Varines de volador




Alcuéntroles dacuando.
Güei yá naide les paña...

Y entovía me güel a pólvora
y a branu y paezme
mentira
que s'esfumaren estos 40 años (que
s'esfumaron. La vida namás cunde
cuando se nos ablaya):

Taben toles fachaes encalaes
y fresques
y golía la carne guisando nes cocines
y en tolos corredores
la lleche recudiendo nes fardeles
de sábana.

Prestábanos -qué ilusiones más rases y más fondes-
mirar cómo plantaben les estaques
d'ocálito
pal quioscu de la música
y el puestu la barraca;
y esperar los camiones colos fierros
del tiru y la tómbola
y aquelles portugueses de faldones floriaos
y pendientes de cobre
que diben a la presa de mio güelu
a llavar los cacharros y garrar agua.

Prestábanos, sí, muncho
nos prestaba
que llegaren los primos,
que llenaren la casa,
la comida'l domingu, nel medio'l
tendeyón, aquella mesa larga...

Alcuéntrovos dacuando
y entovía'l nordés -el mesmu
que m'empuxa, el mesmu que m'avieya,
el mesmu que m'arrastra -traime cachos
dáquellos paxarinos que vais
cantando y d'aquella mozuca
con cara de gitana.

Y entovía nos altos maizales
que m'aparten de mi, que separen
pasáu d'esta edá sin sustancia,
adiéntrense pareyes de recuerdos
d'amor;
y una verbena allumbra
ente'l mio corazón y una inmensa
distancia,
con guahinos que compren
a los avellaneros
unes gafes de plástico, carraques,
restallones y manzanes
cubiertes de colorao y escarcha.

Varines de volador..., la vida ye
lo mesmo: enciéndese,
espovisa, revienta,
y dexa un filu de fumu qu'ensiguida rescampla.


(C) Aurelio González Ovies
Poemes n'asturiano
Esta luz tan breve

lunes, 3 de diciembre de 2012

Toda la vida hablando


TODA la vida hablando
del amor
y no conozco más que el humo
y la ceniza:
sus metáforas.

©Aurelio González Ovies
Nada