martes, 27 de septiembre de 2011

Era el olor a lluvia



Era el olor a lluvia y una cierta tristeza. No había nada
más que una luz hermosísima entre los maizales.

He vivido bastante.

Agosto: campos segados y atardeceres lentos. Caminos ya
muy viejos, campesinos, moras muy dulces, tordos,
manzanilla.

Morir ahora sería echar a andar y dejar atrás este momento, su belleza.


© Aurelio González Ovies
Con los cinco sentidos
Marian Suárez Aurelio González Ovies
Cuadernos FÍBULA de Poesía
Avilés, 1997
Voz: María García Esperóon
Música: Preludio, Chopin, Einaudi.
MMXI

sábado, 24 de septiembre de 2011

Marina

Cuando no sé quién soy, qué llevo
dentro, quién media entre mi voz y mi palabra.
Cuando la vida baja hasta mi pecho
y duele y duele y duele. Me acerco hasta
la mar y me comprendo un poco:
nunca siempre igual,
pero siempre nunca diferente.







© Aurelio González Ovies
Tardes de Cal Viva
Realización:
María García Esperón
Música: Meditation
Yanni
MMX

miércoles, 21 de septiembre de 2011

A estas alturas

Hoy, 21 de septiembre, se celebra el día mundial del Alzheimer, fecha elegida por la Organización Mundial de la Salud y la Federación Internacional de Alzheimer. El propósito de esta conmemoración es dar a conocer la enfermedad y difundir información al respecto, solicitando el apoyo y la solidaridad de la población en general, de instituciones y de organismos oficiales. 



No recuerdo más que lo que olvidé.



jueves, 15 de septiembre de 2011

Septiembre


De nuevo la pizarra y los lápices y las gomas de nata


Fotografía: Ángela Menéndez (Fotocommunity)

Algo oculta septiembre que descamina el tiempo y desparrama luz de forma muy distinta. Algo que se divisa como un silencio errante, como una exactitud desorbitada, como una perfección propensa a evocaciones, como una claridad arrepentida. Es como si la muerte bullera más que siempre, viviera más que nunca, pero con un latido que transfiere sosiego, con una consonancia que no da la impresión de ser una agonía. 

Y los cólquicos brotan con timidez rosácea entre el musgo sombrío; y el maíz se doblega en la tierra que estría. No se escuchan apenas indicios de quebranto ni de caducidad. Pero una brisa acre se apodera del bosque, un traslucido peso envejece el paisaje. Cruzan cuervos muy solos y un eco de extrañeza reverbera en las cimas. Es septiembre a galope. Es preámbulo de otoño tanto nogal bruñido, tanto helecho quebrado, tantas moras marchitas.

Huele a humo y recuerdo el campo a media tarde y a manzanas maduras y a abreviación del día. Caen pétalos sueltos, inesperados, verdes, bajan como metáforas leves e inexorables. Secan las avellanas por el suelo, y las nueces. Y mientras nada mueve la quietud del instante, salta con precaución una nerviosa ardilla. Hay erizos aún jóvenes caídos en las veras y unas bayas de espino y una mata de orégano y un fangal donde crecen altos juncos y ortigas. Es septiembre, lo gritan los cerezos que sacan sus copas ya con púrpura. Lo admiten los rebaños que repasan el césped. Lo anuncian, sosegadas, sus esquilas.

Septiembre. ¡Qué escaso ha sido el lapso de estos meses! Sobrevive algún cardo y alguna rama tierna de la alta buganvilla. Permanece algún rastro de albor en las hortensias y en las viejas macetas donde ya las verbenas se extinguieron, mas resiste el candor de agapantos tardíos y clavelinas. Septiembre. ¡Qué sensación certera de haber estado bajo este mismo cielo, de haberme detenido aquí, bajo este mismo alero del que ya parten al sur las golondrinas! ¡Qué deseos de abrir los ojos y reencontrarme allí, en la casa de entonces, a punto de salir para la escuela, con la cartera en mano, mis compases flamantes y mi saca de tela con canicas! 

(La Nueva España, 15-9-2011)


domingo, 11 de septiembre de 2011

Yo también masticaba la cal de las paredes (Recita Joaquín de la Buelga)


Yo también masticaba la cal de las paredes
en las tardes de agosto
y creía que sólo se moría en invierno
y no entendía por qué cada vuelta del mundo envejecía a mi madre.
Estuve enamorado de una araña grandísima que vivía en una grieta
de la puerta
y hacía competiciones de gusanos.
El cielo me parecía una carpa gigante
y cuando vi pasar los primeros aviones los ojos se me abrieron
como dos libertades.
Mi padre me enseñó a comprender el viento,
a predecir la lluvia en la piel de los árboles
y por eso he tenido siempre miedo al futuro.
De pequeño, además, yo quería ser gitano
para tener un burro, entre otras muchas cosas,
y caminar descalzo.
Pero la vida nunca acepta nuestros ruegos
y me gustó el latín no sé por qué motivo
y aquí estoy enseñando lo que a veces no entiendo.
¿Qué voy a decir yo de la palabra hombre?,
¿cómo puedo explicar que para que haya historia
hubo que desde siempre ir matando o muriendo?
Conseguí ser mayor y me quité estos vicios a pesar de mí mismo:
y me conformo y callo y voy tirando
y echo de menos mucho la araña de la grieta
y el olor de la cal me es como de familia.
Aprendí, como todos, a amar lo que no amo,
y a hacer, según la norma, lo que todos hacían.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Todo incierto



No siento lo que soy.
¿Soy lo que siento, acaso?


Esta luz tan exacta, tan
de octubre, tan perfecta
y azul desparramada,


este día tan amplio, tan
puntual, tan preciso
y brillante, tan esquivo,


esta mar tan indómita, tan
sola, tan poderosamente
fin siempre principio,
tan sólida metáfora
de agua


¿qué pensarán de mí,
de este cuerpo baldío?


(C) Aurelio González Ovies
No
Marian Suárez
Aurelio González Ovies
Cuadernos FÍBULA de Poesía
Avilés, 2009

jueves, 8 de septiembre de 2011

Señes d'identidá


Nun s'apagó, como dicen
los que quisieren callala.
Tien enceses les ventanes, nótense-y
les vigues firmes y el firme
bien asentáu. Siéntese'l fueu chispiar,
siéntese ferver l'orguyu. Vése-y
na mitá la nueche
vida viva, encandilada.


Nun s'apagó.
Ta equí,
y too tien nome,
too tien materia y forma,
too tien pesu y espaciu.
Y anque-y cortaren la llingua,
bastaría-y la so palabra.

Equí,
nesta estensión de verdín
onde se termina'l mapa;
nesta vega entrestallada poles montañes
al sur,
nesta cornisa, al norte,
lo más al norte'l
cielu, lo más al borde l'agua.

Equí, au llevamos
dende fai munchu tiempu, a tientes, esperando
qu'esmesen la nublina,
que bilten les promeses,
que nun tiren los finxos,
que quiten la tarrancha.

Porque entovía nos queden
munchos díes de gües en llibertá
y paisaxe;
muncha navina nueva pa esbillar
y semala.

Quédennos entovía pueblinos asomaos
al picu la guapeza
y molinos que suañen a la vera una ñora
y empeños pa boriar con aguante
pegollos;
y borrones qu'afumen en cuanto
más orbaya
y casones esbeltes, con curuxa
y capilla,
con escudu y palombos.

Entovía nos queden branos
ensin pradiar, pa que la brisa enrede
pente'l tallu l'alfalfa
y afuraque la voz col remangu
los topos;
y crucie l'andolina, cola argaña
nel picu,
hasta l'aleru l'horru.

Porque tenemos muncho
pa esmarañar aína, con estos
deos tozones como garfios d'un
ancla.
Quédennos tradiciones qu'aúllen
pelos montes
y rinchen nes rodaes del carru
la rosada
y brillen nos güeyucos
ñerviosos del raposu.

Quédanos tierra abondo
pa que cuerran
los ríos,
quédanos aire abondo
pa que'l futuru esnale,
quédanos mar abonda
pa salar la esperanza.

Porque too tien nome,
identidá
y arroxu.
Too tien llingua propia,
condición
y palabra.

(C) Aurelio González Ovies
Voz: María García Esperón
Música: Chris Spheeris
Fotos: Google. TIF Fotos
MMXI



martes, 6 de septiembre de 2011

Qué de la soledad


QUÉ de la soledad
si se hundiera su firme.

Reventaría el depósito
de la paz más antigua.
Caerían las vigas de la fe.
Dispararía el pasado sus ataques
de angustia.

Volverían a encontrarse
los héroes queridos.

Escaparían los renos de los cuentos

de Dickens.
Apuñalaría Dido la dirección
del viento.

Entraría la niebla por las grietas
de Alberti.

Qué fin inyectaría Goytisolo
a sus versos.

Qué ciudad quedaría
más
lejana
que
Córdoba.

Qué
distancia más triste
que los muertos
tan solos.

Qué biografía apuntar en la
contraportada
de una nube.

Qué toga impediría los suicidios
de Sófocles.

Qué palabra
imposible
para no expresar nada.

Palabras.

Palabra.

Palabras
luego
donde anida el futuro

palabra faraón contigo de pirámide
palabra con riberas
donde Safo refresca sus pies
descalzos
palabra donde flotan
las islas más hermosas
palabra con delfines

brincando
hacia la luz
palabra donde el sur
pone sus huevos
palabra intraducible
con sabios admirándola
palabra con París
donde me siento el Sena
palabra zíngara
con medallas de níquel
palabra con envidia
que no concilia el sueño.

palabra en que Takuchi
dijo adiós
y su casa quedó
bajo la luna.

Palabras.

Palabra pan
tan
de
todos
los
días
como las ocasiones de erradicar el hambre
para siempre
con buena voluntad y quiebra del negocio
donde se compra y vende la miseria.


Voz: María García Esperón
Música: Floraleda Sacchi arpa. Habanera. Ortiz

viernes, 2 de septiembre de 2011

Últimos días con veraneantes


                                           Bañugues

Dicen que van a llevarnos a la ciudad un día. Y que iremos a un restaurante bueno, donde comes de todo. Que tienen ascensor como el piso al que voy con mi madre a los Rayos, de esos como una jaula con la puerta de hierro y poleas y cables (ella se ahora sólo con pensar que quedamos colgados y encerrados y solos). Siempre dicen lo mismo cuando termina agosto. Siempre escriben su calle y el número de puerta y prometen volver antes de navidades. Siempre, pero seguramente ya nunca más vendrán como los de otros años y otros y otros.

Lo que más pena da es mirar los caminos por donde caminábamos y hacíamos las hogueras y encontrar en el suelo el hollín ya borrándose, sin apenas rescoldos. Lo que más entristece es la mar tan vacía, sin pandillas gritando ni familias comiendo, y esta luz que se apaga cada día más pronto. Lo que menos me gusta es verlos recoger su casa de verano y llenar las maletas con las toallas bajadas y desarmar las bicis y cargarlo en el coche y amontonarlo todo. Lo que nada me agrada es sentir el invierno, que es tan largo y tan duro, y me trae catarros y muchos sabañones y me huele penuria y a abandono.

Dicen que estudie mucho para el curso nuevo también lo apruebe todo. Y me dejan un libro con los nombres de pájaros que escucho a todas horas y un folleto de faros y tebeos, revistas y un montón de periódicos. Me juran que sus hijos me enviarán postales y que de vez en cuando llamarán por teléfono. Y eso sé que es mentira, porque aquí no hay teléfono más que en casa de Julia, en la panadería, y tendrían que llamar y pedir que me avisen y volver a llamarme y eso sé que es un rollo. Tal vez nunca me llamen, igual que los de otros veranos y otros y otros. 

Intentan convencerme de que un año no es nada, de que un año es muy corto. Pero a mí me parece que aquí un año es eterno, con el viento soplando a toda mecha y esas noches terribles con truenos que iluminan la pared de los cuartos y nos funden los plomos. Es tan fácil decirlo? Lo que más pena da es ir a despedirlos y observar cómo marchan con la ropa apilada sobre las ventanillas, las gafas de buceo, las aletas, el gorro?

 (La Nueva España,1-9-2011)