viernes, 22 de julio de 2011

Lejanos agostos



Qué vergüenza decir que nuestros padres

trabajaban el campo,

cuando nos preguntaban de quién éramos hijos

y qué curso estudiábamos.

El pueblo se llenaba de vacíos veraneantes

con dinero

que nos daban galletas de marcas extranjeras

por jugar con sus niños, pálidos y amedrentados,

y enseñarles un árbol o una hormiga.

'Somos hijos, señora...

(Somos de esa mujer que canta,

del hombre que la sigue tirando de una mula,

ya ve cómo nos sabe el corazón a monte y tierra...)'.